Desde este 7 de febrero se podrá disfrutar en la Biblioteca Nacional de Indio en la Biblioteca. El tesoro de los inocentes, la muestra que contiene manuscritos, ensayos, dibujos, pinturas, publicaciones, objetos personales y el universo de lecturas y canciones escogidas por el propio Solari.

La exposición ofrece, que podrá disfrutarse de lunes a viernes de 9 a 21 hs y los sábados y domingos de 12 a 19 hs en Agüero 2502, según la casa de letras, "una aproximación a uno de los hechos artísticos más relevantes y populares de la cultura argentina contemporánea: la obra de Carlos Indio Solari".

Es una invitación a recorrer "el proceso creativo de sus composiciones y conocer algunas de las piezas que constituyen la genealogía de sus influencias artísticas e intelectuales, son algunos de los propósitos que guían esta muestra".

Reza la gacetilla de la biblioteca: "Es una invitación a explorar nuevas interpretaciones sobre esta enigmática obra, y es una forma, también, de celebrar una manifestación del arte que ha logrado conmover la sensibilidad de multitudes argentinas".

El tesoro de los inocentes from Biblioteca Nacional on Vimeo.

El sitio Redonditos de Abajo, publicó un adelanto. Primeros, las palabras del Indio sobre la lectura y la escritura. Y además, una especie de prólogo del intelectual Horacio González, director del espacio.

Palabras de Indio, sobre la lectura

Con mis lecturas, a través del tiempo, me he comportado como un peregrino revoltoso. He curioseado todo lo que trajo hasta mí la cultura rock. Así como un músico me invitó a otro, mi guía fueron los escritores de esa nueva izquierda quienes me acercaron a otros autores que el sistema había desechado y hasta prohibido por 'inadecuados' y peligrosos. Nada de orientación académica ni notas reflexivas en el margen de las páginas. Una diversidad producto de la renuncia al sentido común de la sociedad que me arrastró de Gurdjieff a Conrad, de Artaud a Cooper y Laing. De Schwob a Roussel. La generación beatnik, Idries Shah, autobiografías de cineastas, haikus y Kenneth White, correspondencias (Wagner y Liszt, los hermanos Van Gogh), Durrel, Vonnegut, Capote, Wolfe, Vian, Cohen, etc, etc....

Y sobre la escritura

Escribo canciones en la creencia de que: - El efecto poético se produce por la capacidad de un texto de continuar generando lecturas diferentes sin ser consumido nunca por completo. - La poesía no debe invitar solo a escuchar, debe invitar fundamentalmente a imaginar. - La poesía es subjetiva, se vuelve objetiva cuando sus destinatarios, después, se dejan envolver por ella. - La principal regla poética es conmover, todas las demás no se han inventado sino para conseguir eso. - La poesía no puede ser definida con precisión porque no nos es dado conocer su esencia, sino sentirla. - La poesía crea realidades intelectuales que se presentan emocionalmente. No como un pensamiento reflexivo ni filosófico, sino como un pensamiento rítmico. - Una buena canción (su lírica) debe parecer que no pudo ser escrita de otra manera. Debe tener poder de seducción y comportarse como un enigma del cual uno presenta, para su resolución, solo indicios".

Del último hombre a los hombres ultimados
(Por Horacio González, Director de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno)

El fastuoso e indiscernible mundo del rock es heredero de las más antiguas formas poéticas y musicales, pero sus antecedentes están desperdigados en algún párrafo perdido, a veces es apenas una frase o una sílaba, de Ovidio, Juvenal o Aristófanes.

Sin olvidar la Biblia o el conde Lucanor. O Rabelais. Bastaría que nos olvidemos por un momento de la era electrónica, de esta edad donde son habituales expresiones como “columnas de sonido” y “micrófono inalámbrico”, para que veamos al rock como uno de los tantos pactos que intenta la humanidad artística entre la plegaria y la demasía, entre el rezo y la insensatez, entre lo sagrado y la locura, entre el suicidio y el mercado cultural, entre la peregrinación y la promesa del elixir irrevocable.

Pasaron siglos antes de que el rock se formase, y probablemente estemos viendo ahora las infinitas formas de su transmutación. De poco serviría que para descubrirlas hagamos una historia social de los instrumentos (que sería una historia de los árboles, del viento y de la razón) o de las tecnicismos poéticos (alegorías, rimas, sonetos, endecasílabos, hexámetros, catarsis cómica), sino que deberíamos ocuparnos de la historia del ascenso y caída de las utopías de una juvenilia promesante, y un poco más allá, de una retórica cuyo misterio —por más vulnerado que se halle—, se debe bucear en el descontento trágico con la existencia, y en los vestigios de felicidad que a veces nos concede.

En la poética del Indio Solari podemos percibir, sin dejar de estar preparados para cualquier desmentida —de él mismo y sus andarillos—, el proyecto de comentar la voz inaudible de los “suicidados por la sociedad”, y un tipo de acción poética que no tan poco remotamente se inspira en el haiku, con su inocente cadencia que se hilvana sobre la eternidad de lo aparentemente insignificante.

Con su caligrafía experimentada, recoge emociones últimas, les ofrece un pequeño comentario y produce una pequeña adivinación —un acto de libertad hermenéutica—, ligando dos situaciones cuyos nombres operan de distinta manera en la conciencia contemporánea. Caryl Chessman y Brigitte Bardot.

¿Pero cuáles son esas enormes diferencias? Casi las sabemos por el simple empleo del sentido común —que nos provee distancias, existencias diversas, separaciones convenientes para pensar cada cosa—, pero en la poética del Indio Solari se amenaza, con un tridente interno de raspones meditantes y doloridos, para que esto que sabemos diferente, se convierta en una invitación a dejar flotar dos nombres juntos.

Que enlacen su heterogeneidad. Alguna veta oculta se desata para pensarlos en una misma agujeta provocativa. Muchos años después, en “Me matan Limón!”, aparece escondida en estas imploraciones un episodio policial, que en la pequeña célula historietística del Indio Solari, expresa la lacrada simpatía por el traficante perseguido, no con los emblemas de la apología, como en el payador perseguido, sino por la curiosidad de saber o imaginar cómo son los últimos momentos de un hombre.

Si un filósofo profirió su sentencia sobre el último hombre, Indio Solari piensa en los últimos dichos de un hombre cuando hay enfrentamiento. De una manera u otra, la poética y la voz ásperamente melancólica de Indio Solari tratan la cuestión del enfrentamiento, palabra que tiene visos policiales, religiosos, metafísicos, hegelianos y de lucha.

Comprueba hechos. No llama a la paz. Pero deja entrever los elementos que alguna vez deberían tener los grandes llamados a la paz. Vemos sus dibujos: enfrentamiento pacífico entre formas de la naturaleza vegetal y la figura humana. Enfrentamiento entre un “buen diablo” y el paseo meditativo entre las “ruinas de Pompeya” (Las fotos de Epecuén).

Los mitos saben muy bien vivir la vida de su propio pasado. El Indio Solari llama “rock” a una de las tantas forman de vivirse en el presente del mito. Escribo estos párrafos con temor. Soy de los tantos que sospechan que en los grandes tramos del rock que se hacen entre nosotros, habitan fragmentos díscolos de poderosas filosofías aún sin descifrar.