A la edad de 63, 66 y 69, los tres históricos cantantes del metal alzaron su voz en el predio del ex Parque de la Ciudad, donde se acercaron 35 mil personas. Rob, Ozzy y Lemmy, respectivamente, nos regalaron un pedazo de historia, muchos recuerdos, un futuro incierto quizá por sus avanzadas edades, pero un gran presente.

El metal argentino está en un buen momento. O, para los pesimistas, está en un mejor momento que otros estilos. El rock, desvanecido y solo representado en las grandes bandas de siempre, el reggae ha bajado y no hay nuevos referentes, el punk se mueve siempre en los mismos círculos. El metal, en esta historia, es el menos desfavorecido.

La jornada arrancó con El Buen Salvaje, una banda nacional que se autodenomina de 'hard rock progresivo', aunque tiene muchas cosas rockeras y alternativas. A posterior llegó un grupo que viene creciendo escalón por escalón dentro del metal nacional, Plan 4, con un sonido más rudo y muy potente.

La programación de la jornada  se respetó "a rajatabla", una cuestión que ya marcaba la diferencia con otros festivales. Hasta había carteles con los horarios de cada banda desde la torre de sonido. Un sonido, que fue en todo momento correcto, poderoso y en el punto justo.

Luego vino Carajo, que tocó 'La venganza', 'Luna herida', 'Libres', 'Shock', 'Acido', 'Sacate la mierda' y 'Joder', entre otros, mostrando todo su poder. En esta banda está representado el auge del metal o, mejor dicho, de nuevos sonidos que adornan la escena local pesada.

Muchas de las bandas nuevas que transitan por caminos más alternativos, más extremos, más modernos, más rockeros, se mantienen bajo la órbita del metal, o por lo menos, atraen a mucho de su público. Carajo, es un ejemplo de esto, y de muchas otras que comenzaron con sonidos diferentes y luego volvieron un poco a la distorsión más pesada.

Como contraparte, después de Carajo apareció Malón... qué podemos decir de una banda formada por los componentes de la mejor agrupación de la historia del metal argentino. Malón es la otra parte, son los históricos, los reafirmadores de la escena local y los abanderados de todas esas bandas nuevas. Su cercano reencuentro hace también de este buen momento de la música en el país, aunque soñemos que una despedida de Hermética, sería la frutilla del postre.

Después de tocar clásicos como 'Malón Mestizo', '30.000 plegarias', 'Gatillo Fácil' y el interminable 'Tu Eres su Seguridad', O'Connor realizó un importante anuncio sobre el escenario del Monster, en el marco de los 20 años de vida de la banda. Para festejarlo, harán un Luna Park en agosto.

Las bandas argentinas (de las que no podemos dejar afuera a los increíbles, fantásticos y originales Heavysaurios) sirvieron de gran antesala para los tres shows estelares que íbamos a vivir posteriormente. Motörhead, Judas Priest y el Príncipe de las Tinieblas, Ozzy Osbourne. Nada más y nada menos.

Con muchas familias en el predio y muchos chicos que habían tenido su lugar con el 'Little Monsters', salió Lemmy y compañía a escena, sin intro ni cosas raras. Sólo preguntó: "¿Les gusta el rock and roll? Somos Motörhead y tocamos rock and roll"... y así el primer estallido.

La lista basó mucho su show en los discos Overkill y Ace of Spades, aunque también mecharon algunos temas de su último disco en 2013. Obviamente el climax total fue cuando tocó el tema que lleva el nombre del disco nombrado anteriormente, 'Ace of Spades'.

Igualmente, se notaba que la voz de Lemmy no estaba al 100%. Más allá que es el más veterano de los vocalistas de las tres bandas internacionales, una semana atrás había cancelado su presentación en la edición brasilera del festival. Asimismo, con la voz un poco rota y todo, la sola presencia del frontman en el escenario tiene más rock que todos los rockeros del mundo juntos.

Sin duda, el mejor show propiamente dicho fue el de Judas Priest. Ya en la escenografía contaron con unas pantallas de LED extra, seguramente pedidas por ellos, y con muchos condimentos que hicieron del recital un gran espectáculo.

La voz de Rob Halford está intacta. A diferencia de Ozzy y Lemmy, el cantante mantuvo una potencia superadora en todo momento, y la banda acompañó de la misma manera. Los diferentes pasajes musicales, psicodélicos, y la entrada con la moto, ya hablaban de un show diferente, que tuvo como grandes protagonistas a 'Electric Eye', 'Painkiller' y 'Breaking the Law'.

Al término de Judas, la oscuridad avanzaba a medida que el horario de Ozzy se acercaba, como si su llegada fuera una premonición apocalíptica. Mientras la gente disfrutaba de algún tentempié en los puestos gastronómicos, se escuchó el grito de su voz particular diciendo: "No puedo escucharlos" y, apagando el alarido de 35 mil personas, los primeros acordes de 'Bark at the moon'.

La verdad que el show de Ozzy no se puede analizar... es Ozzy, punto. Es el pionero de un estilo, de varias generaciones, es simplemente historia. Igual vale la pena decir que la banda es realmente demoledora en vivo.

Los temas más esperados llegaron después de un increíble solo de batería de Tommy Clufetos, con los clásicos de Sabbath como 'War Pigs', 'Iron Man', ni que hablar del revoloteo que generó el tan esperado 'Crazy Train'. Ya en ese momento, con una Luna cenital, la emoción subía y nos dábamos cuenta que estábamos frente a una verdadera leyenda.

Tras una hora aproximada de show, pensamos que nada mejor podía superar ese momento, que ya habíamos cumplido, que todos habían cumplido, y que el festival no había defraudado. Fue ahí, cuando empezó 'Paranoid' y las emociones variaron como la manera de expresarlas en cada uno. En este cronista fueron ojos húmedos y recuerdos, representado por canto y una mano señalando al oscuro cielo de Lugano.

Ozzy nos dejó un buen augurio. El metal, no morirá jamás. Muchos son los estilos que están replanteando su existencia, su futuro. El futuro es incierto, pero sabemos que todavía tenemos mucho presente para disfrutarlo y, también, muchas bandas nuevas para renovarlo. Este Monsters así lo confirmó.