"Cantaba desde el fondo de las entrañas, como si respirar dependiera de ello", escribe Isaac Castro en Alejandro Sokol, El Cazador. El cronista coincide.

Son más de 180 páginas de una extensa investigación de la faceta artística de uno de los fundadores de Sumo, creador de S.O.K.O.L, vocalista de Las Pelotas y de su última banda -junto con sus hijos- El Vuelto SA, editada por Sudestada.

Esta crónica esta acompañada de la participación de la colega Gabriela Radice en la TV Pública porque conversamos un rato sobre el libro. Y también con Andrea Prodan, hermano de Luca. Es un material que invita a revisitar la obra del 'Bocha', confirmar datos, cruzar información, como en las hojas de El Cazador.

El libro, con prólogo del periodista Marcelo Fernández Bitar, se destaca por la cantidad de testimonios -amigos, familiares, músicos y hasta vecinos- que conocieron a Sokol en las distintas etapas de su vida.

De Hurlingham a Traslasierras y de los escenarios a los infiernos de la noche del rocanroll en los 80 y 90; y de ahí a su conversión a la religión "mormona". Sus códigos abajo y arriba del escenario, su carisma micrófono en mano, su baile de marioneta, su sonrisa... y su generosidad.

La voz de los testigos que presenciaron cómo y cuándo se formaron Las Pelotas, en que condiciones grabaron sus discos -sobre todo en la primera época a la sombra de lo que ya movía Divididos-, las bandas que integró y con las que colaboró desinteresadamente, también están en este libro. 

Más: la simpleza de un tipo que la misma noche en que teloneó a los Stones en River terminó empuñando una guitarra en un bar de Hurlingham. El Santo de los últimos días que fue -¡siempre!, en su iglesia y en la vida.

Hay cierto desorden perdonable en el libro de Castro, a la manera de la vida del 'Bocha'. A todos a los que el aura de Sokol nos atraviesa nos pasó. Hay que leerlo.

Recordar al ''Ale' es evocarlo, que es la mejor manera de tenerlo insoportablemente tan vivo, siempre merodeando cerca nuestro.