Cuando los monjes exhumaron el cuerpo de Luang Phor Pian se encontraron con algo totalmente inesperado: el hombre de 92 años, muerto desde hacía dos meses, estaba ¡sonriendo!

Luang, oriundo de Camboya, había servido la mayor parte de su vida en un templo de la provincia de Lopburi, en Tailandia, donde fue depositado su cuerpo tras el fallecimiento.

Al extraerlo del ataúd dos meses después de su muerte, sus seguidores quedaron sorprendidos por su buen estado de preservación y por la sonrisa en su rostro.