Masafumi Nagasaki, de 76 años, vive desde hace 20 en Sotobanari, una pequeña e inhóspita isla de Japón, que no posee una sola gota de agua y donde los pescadores rara vez se acercan, por lo que el hombre tiene espacio para hacer lo que quiera, incluso andar desnudo sin que nadie lo moleste.

“No hago lo que la sociedad me dice, sino que sigo las reglas de la naturaleza. No puedes vencer a la naturaleza, así que tienes que obedecerla”, contó Masafumi, que a diario se enfrenta al azote de los tifones y sobrevive alimentándose de insectos. Su piel, curtida por haber estado dos décadas al sol, es su único abrigo.

Nagasaki se apartó del mundo moderno después de trabajar durante décadas como fotógrafo en el mundo de la industria del entretenimiento. Sus comienzos en Sotobanari fueron duros, ya que a los pocos días de llegar un tifón se llevó su pequeña carpa y perdió sus escasas posesiones. Sin embargo, poco después se dio cuenta que nada de eso sería necesario, teniendo en cuenta que en la isla “ponerse ropa es estar completamente fuera de lugar”.

El anciano japonés se viste solo una vez a la semana, momento en que sube a un barco y compra comida y agua con los 10.000 yenes -120 dólares- que le envía su famila. El resto de los días está sujeto a un estricto horario autoimpuesto: estiramientos en la playa, preparar la comida y limpiar su carpa antes de que la luz se vaya y aparezcan los insectos.

“No es la vida más sana, pero encontrar un lugar donde morir es importante, y yo he decidido que este es el lugar para mí”, concluyó.