La historia fue contada en el diario The Guardian por una estudiante para enfermera, que la publicó bajo el seudónimo de Poppy Ward.

La estudiante explicó que el Dr. Ray, un hombre con el que se llevaba bien, le pidió que se encargara de un caso -todavía sin saber con lo que se enfrentaría- porque él tenía mucho papeleo que hacer. Ella se encargaría de la paciente mientras, en el mismo consultorio, estaría el doctor haciendo su papeleo. Si hacía falta, él la asistiría.

"¿Qué la trae por acá, Señora T.?", le preguntó la enfermera, a lo que la paciente contestó: "Bueno, estaba jugando con el dinosaurio de mi hijo y se atoró".

Después de preguntarle nuevamente qué es lo que había pasado porque no lograba entender, la enfermera le dijo: "Todavía no la entiendo bien. ¿Puede desarrollar un poco más?". "Es un T-Rex. Está atorado", insistió.

Finalmente, el doctor le pidió a la enfermera que se haga a un costado para poder encargarse del problema de la Señora T, ya que no sabía con lo que se iba a enfrentar.