El diario "New York Tribune" publicó en su portada en 1910 un retrato de un hombre que mostraba qué aspecto tendría un estadounidense en el futuro. La imagen fue creada a partir de 24 retratos de hombres de diferentes nacionalidades que habían emigrado a Estados Unidos desde 1820 o vivían en el país en el momento de la publicación del artículo.

Doce de ellos aparecen en la portada del periódico, donde se aprecian inmigrantes estadounidenses procedentes de Italia, Polonia, Alemania, Eslovaquia, Croacia, Irlanda, Noruega, Escocia, Inglaterra, Holanda, Hungría y un estadounidense de origen judío, pero nacido ya en EE.UU.

El flujo de la inmigración a Estados Unidos en 1910 crecía a pasos agigantados llegando a su máximo histórico, por lo que varios periodistas decidieron crear un retrato hipotético a partir de la mezcla de diferentes nacionalidades - de Italia, Polonia, Alemania, Eslovaquia, Croacia, Irlanda, Noruega, Escocia, Inglaterra, Holanda, Hungría y un estadounidense de origen judío-. Este fue uno de los primeros intentos tecnológicos de crear un retrato del futuro.


Más de 100 años después, en 2013, la revista "National Geographic" publicó una serie de fotografías bajo el nombre "El rostro cambiante de Estados Unidos", en la que el fotógrafo estadounidense Martin Schoeller retrató caras de todos los matices, tonalidades, color de ojos y tipo de pelo. Allí se intenta mostrar cómo será el aspecto típico de una persona en el año 2050.

Por otro lado, para Nickolay Lamm, investigador y diseñador estadounidense, el aspecto de los humanos dentro de 100.000 años será una frente ancha, ojos grandes y piel pigmentada.

Según su hipótesis, dentro de 20.000 años los hombres tendrán un cráneo más alargado para acomodar el cerebro, de un tamaño superior al actual. Dentro de 60.000 año tendrán el cráneo todavía más grande, y los ojos también habrán aumentado de tamaño, ya que habremos colonizado el Sistema Solar y las personas que habiten en las colonias más alejadas del Sol tendrán que adaptarse a medios más oscuros. Los siguientes 40.000 años estarán marcados por un dominio total sobre la genética.