¿Te mudarías a un pequeño pueblo, donde la tranquilidad y las mujeres abundan? Si tu respuesta es un "si", entonces la comunidad del sur brasileño Noiva do Cordeiro -Esposa del Cordero- es tu lugar en el mundo.

De hecho, los hombres que acepten sus reglas y estén dispuestos a ser buenos novios, son muy bien recibidos por las más de 600 mujeres solteras de entre 20 y 35 años que habitan la pequeña localidad.

Allí, las mujeres no están dispuestas a abandonar las estrictas reglas bajo las cuales viven, e invitan solo a aquellos potenciales novios que las acepten, con el fin último de evitar que un hombre imponga las  normas.

Se encargan tanto de las tareas agrícolas como de la gobernación, e incluso de los asuntos religiosos: "Hay muchas cosas que las mujeres hacen mejor que los hombres", explica Rosale Fernandes, citada por el diario 'Mirror'.

"Nuestra comunidad es más hermosa, más organizada y más armoniosa que si los hombres estuviesen en cargo", advierte.

Los hijos masculinos al alcanzar la edad de 18 años, deben trabajar fuera de la ciudad, lo que origina un inconveniente para formar pareja: todos los hombres están ya casados con mujeres de la comunidad o son parientes cercanos.

"Queremos conocer a caballeros, que dejen sus propias vidas y vengan para formar parte de las nuestras", explica otra vecina de la comunidad, Nelma Fernandes, al tiempo que esgrime como única condición "aceptar hacer lo que nosotras decimos y vivir bajo nuestras reglas".

La historia de fundación tiene origen en la desidia de la exclusión y discriminación masculina del mundo real: hace 120 años, Maria Senhorinha de Lima fue expulsada de su comunidad y excomulgada de la iglesia católica por 'adulterio', después de que abandonara al marido con quién la habían obligado casarse, y de apoco otras mujeres se fueron a vivir con ella.

En 1940 un pastor evangélico, Anísio Pereira, se casó con una joven de la comunidad y llegó a ser la máxima autoridad, decidiendo cuestiones muy estrictas, como la prohibición de cortarse el cabello, tomar alcohol o usar anticonceptivos.

Tras su muerte en 1995, las mujeres de la comunidad decidieron que jamás permitirían a un hombre que les dictara qué hacer.