El premio Nobel de la paz perdió todo el prestigio que alguna vez pudo tener cuando fue entregado a un hombre que se encarga en su última etapa al frente del poder ejecutivo de involucrarse en conflictos ajenos y querer resolverlos a su manera, la de siempre, la que lo caracteriza, la guerra. Salvo sus fallidas excursiones por Vietnam y Cuba, siempre Estados Unidos salió victorioso en las guerras que inventó y en aquellas en que se involucró, desde la Primera y Segunda Guerra Mundial pasando por la Guerra Fría y más recientemente las intervenciones en Irak y Afganistán. Varios presidentes demócratas han sido partícipes directos en estos conflictos, demostrando que entre ellos y los Republicanos las diferencias no son abismales.

Primero, en 2013 Estados Unidos intentó invadir Siria pero se llevó sendas derrotas en el Consejo de Seguridad primero, y en la UE luego tras no obtener el apoyo de sus aliados de la OTAN. Obama tuvo que renunciar a su interés de atacar el país de oriente tras el conflicto interno que se sucede allí hace más de tres años. Luego, durante todo el 2014 y lo que lleva este año se encargó de sancionar severamente a Rusia y señalarlo como el máximo responsable de los enfrentamientos desatados en Ucrania entre pro-europeos y pro-rusos. La escalada de tensión llegó hasta el punto en que Obama comenzó a buscar respaldo militar y político de sus aliados en el Viejo Continente para presionar aún más a Putin y, según aseguran algunos sectores de la prensa internacional, declararle la guerra. Sin embargo se topó con la firme decisión de Francia y Alemania en buscar el diálogo en pos de frenar cualquier posibilidad de librar una batalla que se fuera de sus manos.

Hollande, y principalmente Merkel, no quieren bajo ninguna circunstancia otra guerra en Europa, y Alemania sabe que carga una pesada mochila en su espalda que la encuentra obligada a hacer las veces de mediador y calmar las aguas. A Obama, por su parte, nada de ello le interesa y sigue encontrando en Rusia una verdadera y creciente amenaza a sus intereses geopolíticos y hegemónicos. Es que, además, Putin demostró ser un gran competidor y estratega, que de hecho frenó la intervención en Siria y logró la independencia de Crimea. Ahora, además, cuenta con el interés de sus pares de Alemania y Francia en evitar un enfrentamiento mayor con la potencia americana, y logra que China, por su parte, se mantenga al margen de los intereses bélicos de Estados Unidos.

El último manotazo de ahogado vino ahora con el decreto contra Maduro, que suficientes problemas afronta puertas adentro a nivel político y económico. En este caso el rechazo proviene de prácticamente todos los países de Sudamérica que le dicen a Obama que no se meta con las democracias de Latinoamérica. La reacción inmediata de los presidentes de la región y la declaración de los cancilleres de la UNASUR son una demostración de ello. El comunicado del organismo emitido este fin de semana manifiesta el “rechazo al Decreto Ejecutivo del Gobierno de los Estados Unidos de América (…) por cuanto constituye una amenaza injerencista a la soberanía y al principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados”.

A Obama le restan un puñado de meses al frente del sillón presidencial que ha ocupado los últimos siete años y que los cierra con estos intentos en vano de desatar guerras alrededor del Mundo y mantener la hegemonía bajo su eterna hipótesis de conflicto.  Desde la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos se ha salido con la suya, con decenas de países bajo sus órdenes como súbditos del rey. Pero el escenario actual es, por suerte, distinto a ese que estábamos acostumbrados, y Estados Unidos continúa perdiendo credibilidad, apoyos y, por ende, poder. Mientras tanto, la cooperación de países de distintas regiones, el ejercicio de la soberanía y el cansancio de tener que ceder ante los gustos de los demás están a la orden del día, viendo que ya no hay más beneficios en desatar guerras constantemente. Si esta ola continúa, siendo optimistas quizá dentro de unos años estemos hablando de un nuevo escenario en la geopolítica mundial, donde el interés de la mayoría esté por encima del de unos pocos y el multilateralismo predomine en las relaciones internacionales. Ojalá.