Con sus flamantes 100 días al frente de la Casa Blanca, Donald Trump sigue moviendo sus piezas en el tablero geopolítico aunque de manera caótica y por momentos un tanto contradictoria. 

Ahora invitó a Washington al presidente de Filipinas Rodrigo Duterte, acusado de crímenes de lesa humanidad y que fue duramente cuestionado por Estados Unidos cuando llamó a Barack Obama "hijo de puta".

Trump defendió su decisión ya que argumentó que es necesaria la cooperación de Estados Unidos con Filipinas para mantener en jaque a Corea del Norte, de cuyo líder Trump planteó que sería "un honor" reunirse con él. 

"Si fuera apropiado reunirme con él [Kim Jong- un], lo haría absolutamente. Me sentiría honrado de hacerlo", planteó Trump en una entrevista con la agencia Bloomberg. "Siempre y cuando ocurra bajo las circunstancias correctas. Pero lo haría"

Trump mantuvo una conversación telefónica "muy amistosa" con Duterte y el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus, le indicó a la cadena ABC: "No hay ninguna amenaza mayor para este país y la región que lo que está sucediendo en Corea del Norte".  

Priebus insistió en que el acercamiento a Duterte, que se considera el sucesor de Hitler,  "no significa que los derechos humanos no importan, pero lo que sí significa es que las cuestiones que nos enfrentan en Corea del Norte son tan serias que necesitamos cooperación en algún nivel con tantos socios en la zona como sea posible para asegurarnos de que tenemos todo bajo control".