"Nuestras decisiones sobre políticas de inmigración serán tomadas por americanos [estadounidenses] y solo por americanos", afirmó en un comunicado Nikki Haley, la embajadora de Estados Unidos ante la ONU después de que se anunciara que ese país se retira del proyecto que buscaba establecer directrices comunes para la gestión humanitaria de movimientos migratorios y de refugiados en 2018. 

Este proyecto se inició en septiembre de 2016 con la Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes, aprobada por unanimidad por los 193 estados miembros y respaldada por el antecesor de Trump, Barack Obama.

De esta manera, la administración de Trump suma una nueva ruptura con pactos globales, como ocurrió con el Acuerdo de París contra el cambio climático o el tratado comercial con países del Pacífico, o el abandono de la UNESCO, la ruptura con el deshielo cubano, o la decisión de no certificar el pacto nuclear con Irán; entre otros. 

Pese a que el proyecto de la ONU no alterará en absoluto las competencias migratorias nacionales, Haley afirmó que: "No es compatible con la soberanía de Estados Unidos".

Actualmente hay unos 65 millones de refugiados –en otros países o en otras zonas de sus propias naciones– expulsados de sus hogares por guerras, conflictos políticos o crisis humanitarias, a lo que se suma un flujo global de inmigrantes de alrededor de 245 millones de personas.

Tras conocerse la retirada de Estados Unidos del proyecto,  el presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, Miroslav Lajčák, criticó la decisión de Washington y subrayó que "ninguna nación podrá gestionar sola las migraciones internacionales"

Este sábado, la embajadora Haley argumentó que la declaración contiene elementos "inconsistentes" con los "principios" de la política migratoria de Trump y añadió: "Ningún país ha hecho más que Estados Unidos [por los migrantes] y nuestra generosidad continuará".