El mandatario estadounidense, Donald Trump, canceló la cumbre en la que debía reunirse con Kim el próximo 12 de junio en Singapur, debido a la reciente “abierta hostilidad”, según dice, por parte de Pyongyang.

“La cumbre de Singapur, para el bien de ambas partes, pero en detrimento del mundo, no tendrá lugar”, adelantó Trump en una carta dirigida al líder norcoreano, quien ya había amenazado a retirarse de la cumbre como respuesta a los ejercicios militares que están llevando a cabo de forma conjunta Estados Unidos y Corea del Sur en la península desde el pasado 11 de mayo.

Corea del Norte endureció su retórica hacia los Estados Unidos a primera hora del jueves, advirtiendo que estaba listo para un enfrentamiento “nuclear a nuclear” si EE.UU. no cumplían con la cumbre. “Hablas de tus capacidades nucleares, pero las nuestras son tan masivas y poderosas que ruego a Dios que nunca tengan que ser utilizadas”, escribió Trump.

A juzgar por la decisión de Washington, de nada sirvió que Kim Jong Un derrumbara hoy con explosivos los túneles de su centro de pruebas nucleares de Punggye-ri, una operación que se interpretaba como un gesto de Pyongyang para demostrar su voluntad real de abandonar su programa atómico.

La cita entre Kim y Trump hubiese sido la primera entre los líderes de Estados Unidos y Corea del Norte tras casi 70 años de confrontación iniciada con la Guerra de Corea (1950-1953) y más de un cuarto de siglo de fallidas negociaciones.

Con la cumbre abandonada, al menos temporalmente, los siguientes pasos no están claros. Trump dijo con anterioridad que si la reunión del 12 de junio fracasase, EE.UU. seguiría ejerciendo máxima presión económica sobre Kim y su régimen.

La muy anticipada cumbre fue propuesta por la Casa Blanca como una oportunidad para evitar un conflicto militar con Corea del Norte y mostrar la capacidad de Trump para avanzar donde sus antecesores habían tenido problemas.

Pero finalmente Trump se encontró con el mismo dilema diplomático que ha desconcertado a los presidentes de Estados Unidos durante los últimos 25 años: la incapacidad de persuadir a Corea del Norte para que abandone un programa nuclear que considera clave para su supervivencia.

Trump acordó reunirse con Kim después de que ambos líderes pasasen la mayor parte de 2017 intercambiando críticas cada vez más hostiles y belicosas, y que el líder norcoreano probara misiles intercontinentales capaces de alcanzar suelo estadounidense y una bomba de hidrógeno.

Seúl dirigió el reciente esfuerzo de distensión con Pyongyang que llevó a los dos países a competir juntos en los Juegos Olímpicos de Invierno, primero y después, en el encuentro del pasado 27 de abril, a firmar una declaración conjunta donde se comprometían a sellar un tratado de paz definitivo, asignatura pendiente desde la Guerra de Corea.