Ayer se realizó el primer y esperado debate entre candidatos a presidente de Brasil, donde no faltó nadie: desde la presidenta Dilma Rousseff, la revelación Marina Silva, el derechista y ahora relegado Aécio Neves, y los representantes de la izquierda, el partido verde y el evangelista que lejos están de la pelea en las encuestas. Mientras los sondeos calientan el panorama, los competidores se enfrentaron cara a cara en el primer round televisivo en busca de los votos clave de los indecisos.

Nadie imaginaba en Brasil un mes atrás que las elecciones presidenciales podrían ponerse tan caliente cuando sólo faltan un puñado de días para la votación. Dilma siempre encabezó las encuestas aunque después del Mundial se achicó la brecha con su principal competidor y amigo del sistema financiero, Aécio Neves. Sin embargo, a pesar de un inminente ballotage, la actual mandataria sería reelecta. Hasta ahí sin demasiadas sorpresas más allá de lo divertido que resultaba ver a los medios desesperados por desbarrancar a Dilma, pero un día el tercero y lejano candidato murió accidentalmente y todo cambió. Y es por eso que el debate de anoche fue tan esperado.

Las contradicciones y la falta de un proyecto claro y contundente de la nueva esperanza de la derecha Marina Silva se vio reflejada ayer en su discurso, donde se la notó nerviosa y difusa hasta en su propuesta de formar un gobierno multisectorial, algo que suena abierto y propicio al debate pero que siempre fracasó, porque la historia cuenta que el resultado es siempre el mismo: se imponen unos pocos, se cierra el diálogo y se dividen los partidos, saliendo siempre como gran triunfador el plan ortodoxo. Y es que el candidato de la derecha y los medios, Aécio Neves, típico liberal que critica el estatismo del gobierno y quiere abrir el mercado, bajar los impuestos y el gasto público, se vio relegado no sólo en las encuestas, sino también en el apoyo del sistema financiero. Ahora su caballo de batalla tiene nombre de mujer.

Dilma, siempre seria y firme en sus palabras y sus gestos, se apoyó en los logros obtenidos por el gobierno no sólo durante su mandato, sino también en todos los cambios y crecimiento desde el 2003. Las críticas que recibe están relacionadas a las protestas durante el Mundial y al bajo crecimiento económico de los últimos dos años, pero tuvo que hacer recordar a algunos desmemoriados que el PT sacó de la pobreza a más de 30 millones de personas gracias al crecimiento y la política de Estado enfocada a los sectores sociales relegados a través de ayuda social, educación e infraestructura, y que, además, consolidó de una vez por todas a Brasil como líder regional y como potencia Mundial emergente tras su ingreso al proyectado BRICS.

Los números dan como ganadora a Dilma, pero Marina se acerca, y en el ya confirmado ballotage podría dar la gran sorpresa al ganarse a la derecha y obtener así a los votantes del tercero Aécio Neves. La candidata ecologista, que podría ser presidenta, se define como "centrista" pero dejó algunas convicciones de lado para salir a la conquista de esos votos necesarios para llegar a la cima, y por ello su vice es paradójicamente un empresario de la agroindustria. La evangélica Marina, devota de la Asamblea de Dios, también recibió el apoyo del principal banco privado de Brasil, otra señal del entusiasmo (y presión) que posee la derecha en ella. Sin embargo, y por estos motivos, dentro de su partido ya se alejaron los socialistas que ven en ella a una conservadora más, y renunció su coordinador de campaña con una ola de críticas a la candidata por "no representar el legado de Campos".

Así está la campaña en Brasil a un mes y medio de las elecciones, caliente y sin certezas firmes sobre su desenlace. Eso quedará en manos de los brasileños, que deberán elegir entre la continuidad de un proyecto que con sus matices ha colocado a Brasil en el centro de la escena mundial con su poderío y proyección pero que aún tiene una gran deuda social por saldar, u optar por un giro radical que implique volver a las recetas liberales. El voto castigo a un gobierno que ha dado mucho pero que ha tenido traspiés, puede salir muy caro.