La legislación surcoreana marca que los tatuajes son un procedimiento médico que solo pueden realizar doctores titulados en clínicas y hospitales. Por eso, es ilegal.

Eso relega a la clandestinidad a los miles de trabajadores del tatuaje que conviven en el país, que enfrentan fuertes multas y, en algunos casos, la cárcel.

Pero a pesar de eso, cada vez más ciudadanos gustan de este arte y se dibujan la piel. El 99% de estos tatuados, lo hace de manera ilegal.

Hay aproximadamente unos 20 mil tatuadores en Corea del Sur, todos ellos son trabajadores ilegales, sin ninguna condición de trabajo y con el riesgo de que allanen sus casas.

"Como es ilegal, no podemos poner un cartel en la puerta", se excusa Kim Ki-bok, uno de los tatuadores más reconocidos en Seúl, quien explica que a raíz del incremento de este arte han surgido muchas denuncias y el tema se puso en boca de la sociedad.

Mismo, el diputado Kim Chon-jin, presentó durante el año pasado un proyecto en el Parlamento para legalizar estas prácticas, aunque no fue tomado como una prioridad.

El tatuador Kim Ki-bok se muestra optimista al calcular que "existen posibilidades de que se legalice en un plazo de 3 a 5 años", lo que le permitiría dejar de trabajar con miedo.

Este tatuador forma parte de "Tattooist", una especie de sindicato para estos trabajadores ilegales, donde se lucha para la legalización del tattoo y se realizan campañas al respecto.

La causa de por qué son prohibidos, es porque desde un principio los tatuajes estuvieron ligados a la vida delictiva y a los gángsters. Todos podemos recordar la historia de los Yakuza, por ejemplo, o de las mafias asiáticas, que tienen al tatuaje como principal prenda guerrera.