La BBC Mundo lanzó una nota que llama la atención. La discusión sobre las diferencias entre los hombres y las mujeres, la discriminación y los supuestos, se impone como un debate que hay que dar.

Maddie Messer, es una chica estadounidense de 12 años que se convirtió en una activista contra la discriminación a las mujeres por el precio de un videojuego.

"Maddie no entendía por qué Temple Run, uno de sus videojuegos favoritos, le cobraba US$7 dólares extra si ella quería que el personaje central del juego fuera una mujer. Hizo averiguaciones y encontró que de 50 videojuegos que ella examinó, 37 de ellos ofrecían personajes masculinos gratuitos, pero solo cinco de ellos ofrecían lo mismo para mujeres", indica la noticia en el portal.

Por su parte, el diario The Washington Post, publicó un editorial escrita por Maddie, quejándose al respecto y eso se convirtió en una nueva evidencia presentada por activistas que hablan de la existencia de un "impuesto rosa" ("pink tax" en inglés).

Dicha evidencia asegura que numerosas empresas les cobran más a las mujeres que a los hombres por el mismo producto.

En datos, en el 2011, investigadores de la Universidad Central de Florida encabezados por Megan Duesterhaus y Liz Grauerholz encontraron que las mujeres pagaban más por desodorantes, maquinitas de afeitar y otros productos de higiene personal vendidos por cadenas nacionales. Además, las mujeres generalmente pagan más por el corte de pelo.

En el artículo "El costo de la feminidad: disparidades de género en el precio de los servicios y productos de cuidado personal", los académicos sostienen que de 100 salones de belleza estudiados, solo 15 cobraban lo mismo a hombres y mujeres.

"Las mujeres, de hecho, parecen estar dispuestas a pagar más por productos y servicios", en particular "por aquellos que las ayudan a cumplir con las expectativas de la sociedad sobre su feminidad", destacaron las investigadoras.

Este fenómeno sucede alrededor del mundo. La nota de la BBC indica que, tanto en Francia, en Australia las campañas en contra de esta modalidad se imponen. Los preservativos están baratos pero los tampones no, dicen quienes denuncian algunas diferencias ilógicas.