El bombardeo israelí en los últimos días sobre la franja no cesa, y mientras todos miraban las semifinales del Mundial, docenas de personas inocentes fueron asesinadas por ataques aéreos en un territorio duramente castigado en los últimos años gracias al ego de unos pocos.

Esta vez, tras la desaparición y el posterior hallazgo sin vida de tres jóvenes israelíes se desataron una serie de incursiones militares en territorio palestino primero en búsqueda de estas personas perdidas, y luego como represalia por su muerte, que terminaron causando asesinatos y detenciones a "sospechosos". Y, como cada vez que hay roces entre los gobiernos de Israel y el de la franja de Gaza, ocurre una historia varias veces repetidas: lanzamiento de cohetes hacia Israel que son generalmente controlados por sus fuerzas armadas, y respuesta cruel del gobierno de Netanyahu con bombardeos sobre la población civil.

El argumento de Israel sobre sus ataques es que son puntos específicos de personas ligadas al grupo armado Hamas, que actualmente gobierna en la franja. Sin embargo, ya son más de 20 los niños asesinados tras estos bombardeos, y por ello las críticas de la comunidad internacional se acrecentaron en las últimas horas. Lo cierto es que el conflicto histórico entre Israel y Palestina es sumamente sensible y cualquier excusa sirve para seguir profundizando una crisis que parece no tener fin.

Más de un millón y medio de personas viven en Gaza en condiciones infrahumanas gracias al bloqueo constante que mantiene Israel sobre sus fronteras, evitando cualquier tipo de comercio con el exterior, controlando y prohibiendo la salida de palestinos del territorio, y evitando ayuda humanitaria, como aquel intento del 2010 que culminó con el ataque a un barco (llamado "Flota de la Libertad") que llevaba alimentos y medicamentos a la franja y que terminó con 9 activistas pro derechos humanos asesinados por el ejército de Israel. Simbólicamente, con ese viaje se quiso terminar con el bloqueo marino que hay en el Mar Mediterráneo sobre la franja, pero la saña llegó a puntos extremadamente repudiables.

Y como varias veces ha pasado en la historia, ante tanto castigo siempre surgen nacionalismos extremos, en este caso también empujados por el fanatismo religioso, que empeora la situación y cualquier intento de diálogo. Sin embargo, Netanyahu, quien nunca ha tenido intenciones reales de negociar con los palestinos, aprovecha la excusa de los ataques a Israel para bombardear, aumentar los bloqueos, construir muros y cualquier tipo de acción que sirva para castigar a una población que cada día encuentra empeorada su calidad de vida.

Acá no se trata de disputas económicas o ideológicas, como sucede en el caso del bloqueo a Cuba por parte de Estados Unidos, sino de una obsesión por ocupar día a día territorio ajeno y por no reconocer a un gobierno y un territorio distinto al suyo que hace décadas busca un reconocimiento internacional como Estado soberano e independiente. Mientras la ONU no lo reconozca, Israel seguirá haciendo de las suyas como hasta ahora, por encima de los derechos humanos de millones de personas que, recordemos, alguna vez habitaron allí donde hoy está Israel, y tuvieron que huir de sus tierras, desplazados por la guerra y la ocupación.