Con más del 50 por ciento de abstención en las urnas, las elecciones para el Parlamento Europeo del domingo significaron también una catástrofe para los principales partidos, los socialdemócratas y la derecha, y un ascenso para otros más pequeños de ultra izquierda y extrema derecha. Una vez más se hizo sentir el voto castigo a las dos principales fuerzas que no supieron sacar adelante sus economías tras seis años del inicio de la crisis.

En países como Francia, Dinamarca y en menor medida Inglaterra, ganaron protagonismo sectores de ultra derecha con un alto grado de xenofobia y discursos agresivos con un fuerte sentimiento nacionalista, contrarios a los principios y valores que unen a Europa. Algunos, por ejemplo, que reivindican a Hitler, por primera vez ganaron una banca en el Parlamento, y otros, como el liderado por la verborrágica y triunfadora en las elecciones Marine Le Pen, creen fervientemente que la inmigración es la culpable de la crisis que azota al Viejo Continente, y que estos son los responsables de la delincuencia y la pobreza existente en la región.

En líneas generales, el aumento de poder de estos grupos fanáticos no tiene un peso significativo a la hora de tomar las principales decisiones en materia política y económica para Europa, pero es alarmante notar que con el paso del tiempo, van ganando mayor protagonismo. Y más preocupante es la situación si se tiene en cuenta que las crisis generan movimientos en la sociedad, cansada de ser siempre la más castigada, y culminan con golpes de Estado, dictaduras y/o grandes tensiones sociales, como la que se vive hace tiempo en Grecia.

John Mynard Keynes, además de economista, poseía una gran lectura de la realidad política e histórica que se estaba viviendo en Europa tras la Primera Guerra Mundial, y advirtió acertadamente que el Tratado de Versailles implicaba tanto daño para un país ya golpeado por el conflicto bélico como Alemania, que iban a surgir movimientos extremistas y de ellos un líder que quiera poner freno al sufrimiento del pueblo alemán. Así fue, y en Europa volvió la guerra, mil veces más cruenta que la anterior.

Salvando las distancias entre una época y otra, lo cierto es que en un caso “la culpa” la tenían los judíos, y ahora los inmigrantes. Y así, cuando la historia ya demostró cómo pueden terminar las crisis si no se atienden las necesidades del pueblo, es hora que se reaccione y no se vuelva a cometer el mismo error. Sin embargo, pareciera que los principales partidos gobernantes de Europa hacen caso omiso a estos avisos y siguen con su plan de ajuste, con una derecha siempre fiel a su estilo de liberalismo y recorte del gasto público, y una centro izquierda que no hace honor a sus inicios y sigue el plan de ajuste sin ningún reparo.

Las elecciones no cambian la estructura mayoritaria de la Eurocámara, pero es un aviso de una población golpeada por la crisis, desencantada con sus políticos, y que paga los platos rotos de banqueros y gobernantes que poco se han preocupado por ellos. Así, los profundos valores democráticos y de hermandad que caracterizan a la Unión Europea, parecen haber quedado en el olvido.