La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, visitó en su residencia a su antecesor Lula da Silva, quien el viernes se convirtió en el nuevo blanco de la investigación por corrupción en la petrolera estatal Petrobras. 

Rousseff se detuvo en San Pablo antes de continuar su viaje a Porto Alegre, donde la jefa de Estado tiene su domicilio particular. Dilma ya había expresado su "plena disconformidad" con lo sucedido, a través de un comunicado.

La presidenta fue recibida en las inmediaciones del domicilio de Lula, en medio de aplausos y palabras de aliento que provenían de vecinos y militantes, que se convocaron en la puerta de la casa de expresidente. Luego de unas horas de reunión, salieron al balcón a saludar a la gente que gritaba la consigna "No habrá golpe". Esto último en referencia al proceso de destitución que atraviesa Rousseff en la Cámara Baja y a los varios pedidos de renuncia por parte de opositores.

Las sospechas contra Lula parten de denuncias realizadas por el Ministerio Público Federal (Fiscalía). Según el organismo, existen "evidencias contundentes" de que el ex dirigente sindical se benefició con los desvíos de fondos en la petrolera estatal y favoreció además a sus familiares y al PT. De todas formas, el procedimiento por el cual fue llevado a declarar, a través de la fuerza pública, y en medio de un operativo sin parangón, llena de suspicacias el proceso judicial.