Una decisión que puede generar una terrible crisis política y además un profundo retroceso, se generó este martes cuando el presidente de Rumania, Klaus Iohannis, rechazó la candidatura de la socialdemócrata Sevil Shhaideh. 

El presidente Iohannis rechazó la candidatura de los socialdemócratas sin dar más explicaciones. "Sopesé cuidadosamente los argumentos a favor y en contra, y decidí no nombrar a Sevil Shhaideh", dijo a la prensa- y el líder del partido victorioso en las urnas, Liviu Dragnea, advirtió que no presentará otro candidato. 

Dragnea habló ante la prensa y opinó sobre esta situación: "Parece que el presidente claramente quiere ser suspendido (...) Analizaremos nuestras opciones con mucho cuidado porque no queremos tomar decisiones emocionales. No queremos disparar una crisis política por nada, pero si concluimos que el presidente debe ser suspendido, y no dudaremos en hacerlo", le dijo al diario británico "The Independent". 

El líder socialdemócrata no se había presentado como candidato a primer ministro, luego de la victoria electoral de hace un mes, porque el presidente de Rumania había advertido que no iba a nombrar a la cabeza del gobierno a un dirigente con una condena penal. 

Dragnea fue condenado en segunda instancia este año a una pena en suspenso de dos años de cárcel por organizar un fraude electoral en el referéndum para ratificar la destitución por juicio político del entonces presidente y su rival, Traian Basescu, en 2012. 

Por esta condena, Dragnea había tenido que relegar sus aspiraciones políticas y proponer a Shhaideh, una economista de la minoría musulmana tártara, cuya única experiencia previa en el gobierno había sido una gestión de seis meses como ministra de Desarrollo Regional. 

Según la Constitución Nacional de Rumania, los socialdemócratas tienen la oportunidad de proponer un segundo candidato a dirigir el gobierno, que debe ser ratificado por la Presidencia. Si no lo hacen, el mandatario convocará a nuevas elecciones. 

En Rumania la minoría musulmana representa apenas un 0,3% de una población, mayoritariamente -80%- cristiana ortodoxa. Sin embargo, no es inusual la presencia de las minorías religiosas en puestos claves de poder en la ex república soviética.