La polémica se inició cuando Francisco en la misa que celebró a las siete de la mañana, el último lunes,  denunció a "los doctores de la letra que juzgan a los demás usando la Palabra de Dios, contra la Palabra de Dios". Y agregó: "A ellos no les interesa la vida de las personas, sino solamente los esquemas hechos de leyes y de palabras".

Francisco abrió la Iglesia para los divorciados que desean volver a casarse y flexibilizó su postura con los métodos anticonceptivos, aunque no así con el aborto. En un documento presentado bajo el liderazgo del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro se planteó, en la posibilidad de que los divorciados vuelvan a casarse, que  "No hay cambio de doctrina, pero esta ya no puede aplicarse de la misma manera" y destacó que "No se puede condenar a nadie para siempre". 

Sin embargo las voces de rechazo a estas "flexibilizaciones" no tardaron en aparecer y por primera vez el Papa fue públicamente cuestionado en el seno de su propia Iglesia. En especial el cruce vino a partir de los cruces con el  obispo de Getafe, Joaquín María López de Andújar; a su prelado auxiliar, José Rico Pavés; y al obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla en España. Incluso muchos señalan que "una agenda gay" estaría apoderándose de la Santa Sede. 

"Estos obispos tienen que recibir la exhortación postsinodal y armonizarse con lo que aquí se dice", se les advirtió desde el Vaticano.  Aunque el "rigorismo doctrinal" parece ser un escollo muy fuerte de pasar, incluso para un papa tercermundista como Francisco.