No hubo sorpresas. El Legislativo chino votó este domingo por abrumadora mayoría, del 99,8%, la reforma constitucional que permite que el presidente Xi Jinping continúe en el poder mientras quiera y que el Partido Comunista ejerza una influencia cada vez mayor en la economía y la sociedad de la segunda potencia mundial. En el gigantesco auditorio del Palacio del Pueblo de Pekín, con una música meliflua de fondo, 2.958 diputados de la Asamblea Nacional Popular votaron “sí” a eliminar el límite de dos mandatos de cinco años al jefe de Estado. Solo dos dieron un “no”, tres votaron en blanco y un sufragio resultó nulo. Xi fue el primero en depositar su papeleta en una de las grandes urnas rojas, decoradas con el escudo del país.

El número de “noes” fue el menor en décadas. Tanto en 1999 como en 2003, cuando se presentaron enmiendas a la Constitución de mucho menor calado, los votos en contra llegaron a varias decenas, con menos diputados presentes. Una muestra inequívoca del poder que ha acumulado el presidente chino y de hasta qué punto ha conseguido eliminar las opiniones en contra, al menos en público.

“Es un golpe a las instituciones y a la reforma política”, opina el profesor Willy Lam, de la Universidad China de Hong Kong. “Hemos vuelto a donde estábamos al principio, a un estilo maoísta de mandato unipersonal”.

La reforma, que elimina el límite de dos mandatos de cinco años para el jefe de Estado, pone fin a la era de liderazgo colectivo que puso en marcha Deng Xiaoping en 1982 para evitar los excesos de la era de Mao Zedong. Xi, de 64 años, hubiera debido abandonar el cargo cuando expira su segundo mandato, en 2023, como hicieron sus predecesores inmediatos, Jiang Zemin y Hu Jintao. Ahora, el líder más poderoso de China desde Mao “no cabe duda de que continuará hasta 2028, o 2033, hasta que tenga 80 años”, apunta Lam.

El Gobierno chino justifica la medida con el argumento de que la jefatura del Estado forma parte de la tríada de cargos al frente del país: los otros dos, la presidencia del Comité Militar Central y la Secretaría General del Partido Comunista de China, no tienen límites temporales. Por ello, alega Pekín, tiene sentido armonizar las reglas de permanencia para los tres puestos.

Los defensores de la reforma también alegan que Xi Jinping necesita más tiempo al mando para poner en marcha sus proyectos de reformas económicas y hacer realidad su visión de un “Sueño Chino” que convierta al país en una gran potencia para mediados de siglo.

“Tanto entre el Partido como en el Estado ha habido un alto nivel de consenso”, alegó el vicepresidente de la Comisión de Asuntos Legislativos de la Asamblea, Sheng Chunyao, en una rueda de prensa posterior. “Sin el apoyo político de la sociedad y sin una base de sistema legal esto no ocurriría”.

Pese al resultado del voto, el apoyo generalizado entre la población no termina de estar claro. Inmediatamente después de que se diera a conocer públicamente, hace dos semanas, la propuesta de eliminación del límite de dos mandatos, las redes sociales chinas se llenaron de críticas directas o indirectas, que no tardaron en ser eliminadas por la censura.

“Esta reforma debería llevarnos a una China moderna, a una sociedad donde impere el Estado de Derecho. De lo contrario, sería ir hacia atrás”, explica el profesor y comentarista Hu Xindong. “Muchos respaldan que (Xi) se quede en el poder a largo plazo. Pero entre los intelectuales, hay gente que puede tener ideas diferentes, y muchos se oponen”.

Desde su llegada al poder en 2012, Xi ha extendido gradualmente su control sobre el país, mediante una intensa campaña contra la corrupción que ha apartado de sus cargos a cerca de 1,5 millones de funcionarios y a algunos de sus enemigos políticos. También ha aumentado las restricciones sobre la sociedad civil e internet. Abogados de derechos humanos y activistas han sido condenados a duras penas de cárcel.

La reforma incluye también una serie de cláusulas que refuerzan el papel dirigente del Partido Comunista en todas las áreas de mando del país, una de las prioridades de Xi y que ya ha ido desarrollando a lo largo de sus cinco años de mandato.

Una de las cláusulas inscribe en la Constitución el “Pensamiento de Xi Jinping para una Nueva Era de Socialismo con Características Chinas”, la ideología presidencial. Otra consagra en el cuerpo principal de la Carta Magna la idea de que el liderazgo del Partido “es el rasgo primordial del Socialismo con Características Chinas”.

Aunque la idea del liderazgo del Partido ya figuraba en el preámbulo de la Constitución, allí representaba un mero principio orientativo, al menos en teoría. Ahora, como parte del articulado, se convierte en una provisión vinculante.

Otra de las grandes reformas abre el camino para la creación de una nueva Comisión Nacional de Supervisión que incrementa la vigilancia sobre los funcionarios estatales chinos y que, dentro de la jerarquía de poder, estará por encima de la Fiscalía o los tribunales.

La separación entre Estado y Partido se hará aún más borrosa en los próximos días, cuando la Asamblea examine y vote -con un resultado, sin duda, bastante similar al de este domingo-, una reestructuración del gobierno que fusionará algunas agencias dependientes hasta ahora del Estado con otras del Partido. Los diputados también votarán los nombramientos de altos cargos de Gobierno.

Fuente: El Pais