Al principio el gobierno de Bolsonaro la llamó una "gripezinha", hasta que los gobernadores tomaron en cuenta la gravedad de la situación y dispusieron el aislamiento de los habitantes desoyendo al presidente y buscando cuidar a la población.

Pero no fue suficiente. A la segunda ola que ya golpea en sus puertas se sumó una cepa local mucho más contagiosa, lo que llevó a la saturación de los centros de salud.

Las autoridades han dispuesto medidas de emergencia, entre ellas la prohibición de ir a las emblemáticas playa de Rio de Janeiro para evitar las aglomeraciones en el transporte público.