La situación es insólita por donde se mire ya que no es habitual ver que a un presidente de un país no lo dejen entrar a un estadio de fútbol.

Incluso es lógico que el personal de ceremonial, la seguridad del mandatario y los funcionarios que lo acompañen hagan las gestiones previas para que su ingreso sea directo y sin pasar por controles.

Pero en este caso todo falló y el presidente brasileño debió quedarse afuera del estadio y no pudo presenciar el Santos-Gremio.

Ante la prensa su argumentación fue tan ridícula como su posición ante las vacunas.

Pero como siempre puede haber una interpretación más, algunos presumen que fue una jugada electoral apuntándole a su núcleo de antivacunas.