No lo dicen referentes de la oposición ni precandidatos que miran con aspiraciones a las presidenciales del año próximo ni estudiosos interesados ni consultoras privadas… Lo advierte, nada más y nada menos, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).

En concreto, el organismo oficial pone el ojo sobre otro de los indicadores materiales de la crisis: la utilización de la capacidad instalada de la instalada está en franco descenso y ya alcanza guarismos decididamente alarmantes.

Por ejemplo, el de junio pasado: descendió al 61,8 por ciento, el segundo nivel más bajo del corriente año y que refleja una caída de más de 5,3 puntos porcentuales si se lo compara con idéntico mes de 2017.

Pero hay más: se trata del menor porcentaje para un mes de junio si se tienen en cuenta los últimos 16 años. En junio de 2002, en plena debacle económica, el uso de la capacidad instalada era del 55,4 por ciento; pero un año más tarde ya se ubicada en el 64,3 por ciento.

Hoy, por el contrario, nada hace prever que semejante repunte pueda repetirse en apenas un año; muy por el contrario, entre el empresariado nacional reina el desconcierto con respecto a las políticas económicas y cierto pesimismo.

Las industrias que se ubicaron por debajo del nivel general fueron: edición e impresión (60,1 por ciento), alimentos y bebidas (59,1 por ciento), textiles (55,4 por ciento), caucho y plástico (54,8 por ciento), la metalmecánica –excepto automotores– (53,6 por ciento) y la automotriz (47,7 por ciento).

Los niveles con mayor utilización de la capacidad fueron: industrias metálicas básicas (80,5 por ciento), papel y cartón (71,7 por ciento), minerales no metálicos (70,6 por ciento), refinación del petróleo (68,7 por ciento) y tabaco (68 por ciento), según guarimos del Indec.