“Por la fe” de los gobernantes, empresarios y trabajadores argentinos que sembraron, pese a escuchar 10 años de malos pronósticos, los resultados obtenidos fueron buenos. Los políticos y empresarios suelen ver oportunidades que los economistas cuantitativos no pueden ver. Que bueno que los políticos y los empresarios actuaron por fe; esa certeza intangible que procede de una convicción que nunca puede provenir de un pronóstico. Si los pronósticos fueran ciencia, bastaría comprarlos para que todos los países fueran potencias y todos los empresarios fueran ricos.

Si los pronósticos económicos pudieran ser científicamente evidentes; en “la cima del antropoceno*”, no funcionarían. Estamos en la cúspide de ese periodo de la historia de la humanidad; y porque no, cercanos al fin del mundo económico que conocimos. El sistema económico y político establecido por los países desarrollados cambió radicalmente; los bancos gobiernan a través de los políticos, hasta que las diferentes sociedades digan basta, y luego de un proceso de lucha desigual y cruenta, se establezcan dictaduras convergentes hacia una única opción global. Todavía falta, pero no estamos tan lejos de “1984” de Orwell**.

Esa es una de las muchas razones-desde 2008-, por las cuales el gobierno ha tenido que desarrollar el “paso a paso”. Los contextos de cambios son intensos, rápidos y globalizantes; ya establecen un horizonte de incertidumbre e imprevisibilidad fenomenal. En 2008 Cristina Fernández de Kirchner fue a Francia a ver a Sarkozy para pagar íntegramente la deuda con el Club de Paris. Semanas más tarde estallo Lehman Brothers y todo cambió. No son inteligentes los comentarios que dicen: “deberíamos haber seguido como entre 2003-2007, porque íbamos bien”. Por supuesto, en ese periodo todo el mundo iba muy bien, el mundo crecía por encima del 5% anualizado, y vivíamos la etapa de auge y soberbia, que preceden a las caídas. En 2008 término un ciclo. Al periodo comprendido entre el ultimo trimestre de 2008, y el primero de 2009 se le denominó: “semestre trágico”, y no lo inventé yo.

Volviendo a los pronósticos, conozco geniales investigadores que trabajaron con la me­to­do­lo­gía apli­ca­da por Kyd­land y Pres­cott**, otros con “la se­rie de tiem­po” que supuestamente per­mi­te pro­nos­ti­car el fu­tu­ro, a par­tir de lo que pa­só con an­te­rio­ri­dad, etcétera. Pero en la Argentina es grotesco decir que mi­rando los agre­ga­dos mo­ne­ta­rios puedo pronosticar con precisión los números fundamentales de la macroeconomía. Siempre fue menos viable que en cualquier otra parte del mundo (hoy en día en otras partes del mundo, tampoco es viable). Nosotros tuvimos Ro­dri­ga­zo, inflación de 3 dígitos por una década, y 2 hi­perinflaciones hace 25 años. A simple vista, ver en un grafico la volatilidad de la serie de los ín­di­ces de pre­cios y los agre­ga­dos mo­ne­ta­rios no­mi­na­les, nos dicen que lograr pronosticar de este modo es absurdo. No se enteran los “adiestrados” monetaristas, pero esa simple razón im­pi­de predecir la tasa de cre­ci­mien­to técnicamente, como se fanfarronea,-observan­do só­lo la evo­lu­ción de los agre­ga­dos mo­ne­ta­rios… ¡que esperanza!-. Es cierto que en un tiempo, en las eco­no­mías desarrolla­das, la se­rie de di­ne­ro solía anticipar en algún grado la serie del PBI. Cuando aumentaba la can­ti­dad de di­ne­ro, se podía “pre­su­mir” que el PBI iba a acompañar con una tasa de in­cre­men­to “pro­por­cio­nal”, aunque sabemos que ya no es así y, se hizo escandalosamente evidente desde 2008, por mas explicaciones que se quieran inventar. Los extravagantes estímulos monetarios deberían haber echo despegar la tasa de crecimiento del PBI mundial de tal manera que estaríamos en una euforia, donde las famosas “tasas chinas” serian ridículamente bajas, comparadas con las de EE.UU. Europa y Japón. En la Ar­gen­ti­na estos supuestos son peores aun, los indicadores monetarios no son para nada axiomáticos y mucho menos lineales.

En específicas distintas facetas de las ciencias físicas, los pronósticos son confiables, pero aun el pronóstico medico, no digo el meteorológico-tiene diferentes probabilidades asociadas de ocurrencia. Cierta hipótesis respecto de la salud de una persona que padece una enfermedad terminal, muchas veces falla. Quiero decir que si los diagnósticos pueden ser erróneos; directamente los pronósticos no son ciertos.

¿Qué empresario puede tomar decisiones por los nuevos pronósticos de quienes han hecho “malos pronósticos”? -  Y, si crecimos hasta aquí, sin darle importancia a los “malos pronósticos”, - ¿para que escuchar a los agoreros ahora? -. Nadie puede trabajar sin proyectar escenarios, pero hay que asignarle porcentajes de probabilidades asociadas e ocurrencia, y no permitir que modifiquen un emprendimiento.

¡Falsamente pronostican los economistas! – ¿Por qué soy tan terminante?- Simplemente porque no se cumplen sus pronósticos.

Vivir por convicciones y tener esperanza, es tener un camino allanado, no siempre va a ir bien-en los términos del sistema capitalista-, pero se puede vivir con la conciencia en paz. Dispositivos de ingeniería, maquinarias, diseños, proyectos ingeniosos, planes de producción, buenos asesores, dignidad y determinación son las claves del éxito empresarial y del próximo periodo de gobierno 2014-2015. No hay nada que pueda enfrentarse a una economía o un empresario que ponga en marcha estos instrumentos, sumados a sus convicciones.

*Wikipedia: El término Antropoceno (de griego ἄνθρωπος anthropos, 'hombre (humano)', y καινός, 'nuevo (kainos)') es usado por algunos científicos para describir el actual período en la historia terrestre, desde que las actividades humanas han tenido un impacto global significativo sobre los ecosistemas terrestres. No hay una fecha precisa sobre su comienzo, pero algunos lo consideran junto con el inicio de la Revolución Industrial (a finales del siglo XVIII)

** es una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949. La novela introdujo los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano

***Edward C. Prescott Premio Nobel de Economía 2004, junto con el noruego Finn E. Kydland, "por sus contribuciones a la Macroeconomía dinámica