A Gremio le quedó grande la final frente al gigante Real Madrid. La diferencia de potencial y recursos es evidente. El título del 'Merengue', primer bicampeón de este siglo, ratificó esa tendencia. El 1-0 al equipo brasileño , con un gol de tiro libre de Cristiano Ronaldo , fue un resultado exiguo, insuficiente para reflejar la amplia superioridad futbolística del equipo de Zidane.

Ese Gremio que tan buena impresión había causado en las finales con Lanús no tuvo manera de complicar al Real. Sólo el arquero Marcelo Grohe respondió con varias de las atajadas que se le vieron en la Libertadores. El resto del equipo quedó a la sombra de un rival que se adueñó del campo y la pelota, con el croata Luka Modric de bastonero, premiado con el Balón de Oro al mejor jugador del torneo. Es cierto que para rivalizar en el control del juego a Gremio le faltó a ese volante que tanto hace recordar a Xavi por su toque y panorama: Arthur, que aún no pudo reaparecer de la lesión que le provocó Pasquini en la Fortaleza.

A Arthur igual no le hacía falta ir a los Emiratos Árabes para que varios tanques europeos se interesen por él. Ya se sacó una foto con la camiseta de Barcelona , que podría ser su destino inmediato. A los 21 años, Arthur lleva un ADN futbolístico compatible con el del laboratorio de la Masía.

El salto de Arthur al Viejo Continente es todo un símbolo de la transferencia de la mejor materia prima, y cada vez a más temprana edad, desde América del Sur a Europa. Ese flujo futbolístico, sustentado en las enormes diferencias económicas, después queda reflejado cuando se enfrentan los campeones de la Conmebol y la UEFA.

En la definición de ayer, Gremio no le hizo ni cosquillas a Real Madrid. Algo similar ocurrió en las finales precedentes. En 2015, después de sacar una diferencia de tres goles, Barcelona levantó el pie del acelerador contra River. Le sobró de todo al conjunto que dirigía Luis Enrique: tiempo, goles e individualidades. Y eso que enfrentaba a unRiver que llevaba largo tiempo preparando el partido, y que además llegaba con la fama de ser un competidor implacable en los mano a mano. Un año antes, en 2014, San Lorenzo se apretó bien atrás para retrasar por algo más de media hora la victoria de Real Madrid. Cuando tuvo que salir a revertir el 0-2, no tuvo con qué.

Nunca desde que se disputó por primera vez (1960), la Copa Intercontinental y su versión posterior conocida como Mundial de Clubes tuvo un color tan europeo como el que se registra en los últimos 11 años: 10 a 1. A partir de 2007, los títulos se repartieron entre Milan, Manchester United, Inter de Milán, Barcelona (3), Real Madrid (3) y Bayern Munich. Conmebol apenas pudo intercalar la conquista de Corinthians en 2012, con el 1-0 a Chelsea.

En esta década, Europa revirtió un historial que le era desfavorable. Ahora está arriba con 31 títulos contra 26. No es una cuestión de prioridades ni de objetivos. Al campeón de la Champions League, el Mundial de Clubes le altera un poco el calendario, lo distrae momentáneamente. Por ejemplo, Real Madrid estaba muy pendiente de no sufrir expulsados en sus dos partidos en los Emiratos Árabes Unidos porque la suspensión se debía cumplir en el próximo compromiso por la Liga de España, que será nada menos que el clásico con Barcelona, el sábado próximo. En cambio, en esta parte del continente, el que acaba de coronarse en la Copa Libertadores se pasa todos los meses siguientes pensando e idealizando la final contra el europeo. Llegado ese momento, cada vez le cuesta más jugarle de igual a igual.

No siempre fue así. En las décadas del sesenta, setenta y ochenta, los duelos eran más parejos y América sacaba una luz de ventaja. La del 60 tiene arriba a la Conmebol con seis copas contra cuatro. Fue la época del Santos de Pelé, el Racing de José Pizzuti y el Estudiantes de Zubeldía. La del 70, cinco contra cuatro, en buena media gracias al Independiente Rey de Copas, el Boca del Toto Lorenzo y a que el fútbol uruguayo, con Nacional de Montevideo, y el paraguayo, con Olimpia, estaban lejos del papel secundario que tiene en la actualidad. El del 80 fue el último decenio con supremacía sudamericana (seis a cuatro); un poderío diversificado entre Peñarol y Nacional, el Flamengo de Zico, el Gremio de Renato Portalupi (actual técnico), el Independiente de Bochini y Burruchaga, y el River del Bambino Veira, Alonso y Alzamendi.

En este siglo se empezó a inclinar la balanza hacia Europa. Y eso que en 2000 la FIFA organizó en Brasil el primer Mundial de Clubes (Corinthians venció en la final a Vasco Da Gama), al que Europa casi le dio la espalda. Sólo el Boca de Bianchi frenó en esa primera década del milenio lo que se acentuaría años más tarde: Europa pasa a recoger el título sin obligarse a un esfuerzo mayor.