Ni el escenario ni la situación son la de una conferencia habitual. Las condiciones cambiaron. Así como la cuarentena obligó a que los jugadores se tengan que entrenar en sus casas, también hizo que Miguel Ángel Russo tuviera que dar una charla 3.0. Sin embargo, no fue una "entrevista" más, y por dos razones: porque se trató de una movida con motivo de los 115 años de Boca, en donde fueron los hinchas los que preguntaron; y, básicamente, por el título que dejó este regalo de cumple... "Ojalá me pueda quedar un tiempo largo en Boca", confesó. 

La locación se situó en Rosario, donde Russo lleva el aislamiento junto a su familia. Allí, mediante un empleado de Boca​ que se encargó del montaje, del vivo -que se transmitió por el canal oficial de Youtube- y de trasladarle las preguntas que iban llegando, Miguel no la russeó, no anduvo con vueltas. "Uno no sabe que puede pasar con todo esto, pero ojalá pueda quedarme. Es algo que quise hacer en el 2007 y no pude", recordó. Y ahí, aunque en el momento pareció que pasó de largo, el técnico dejó la otra frase marcada con resaltador...

La vara en el 2007 estaba recontra alta. Y los motivos, sinceramente, se le caían de los bolsillos. Porque en la primera década del siglo XXI, para Boca no era una hazaña ganar la Libertadores. Cómo no iba a estar alta la vara si el Xeneize la obtuvo en el 2000, 2001, 2003 y llegó a la final del 2004. Si de hecho la vez que consiguió la Sexta de la mano de Russo, el propio Juan Román Riquelme contó que esa noche que volvió de Porto Alegre luego de jugar uno de los mejores partidos en su carrera (la final ante Gremio) terminó comiendo panchos con sus hermanos en una panchería muy conocida. No la subestimaban, pero tampoco ganarla costaba lo que le cuesta ahora al Xeneize. La vara estaba alta, recontra. Y tal vez eso haya sido lo que pagó Russo​ en el 2007...

A Miguel se le vencía el contrato y tuvo que lidiar con dos problemas que finalmente fueron los motivos por los que no le renovaron: perder la final del Mundial de Clubes contra uno de los mejores Milan de la historia (aunque el DT ya no contaba con un Román al que se le terminaron los seis meses de préstamos y volvió a España para estar colgado en el Villarreal) y el fantasma de Carlos Bianchi. El fantasma del Virrey, por cierto, con el que todos los técnicos sufrieron una comparación casi constante hasta que regresó en el 2013.

Ni el escenario ni la situación son la de una conferencia habitual. Las condiciones cambiaron. Así como la cuarentena obligó a que los jugadores se tengan que entrenar en sus casas, también hizo que Miguel Ángel Russo tuviera que dar una charla 3.0. Sin embargo, no fue una "entrevista" más, y por dos razones: porque se trató de una movida con motivo de los 115 años de Boca, en donde fueron los hinchas los que preguntaron; y, básicamente, por el título que dejó este regalo de cumple... "Ojalá me pueda quedar un tiempo largo en Boca", confesó MAR.

La locación se situó en Rosario, donde Russo lleva el aislamiento junto a su familia. Allí, mediante un empleado de Boca​ que se encargó del montaje, del vivo -que se transmitió por el canal oficial de Youtube- y de trasladarle las preguntas que iban llegando, Miguel no la russeó, no anduvo con vueltas. "Uno no sabe que puede pasar con todo esto, pero ojalá pueda quedarme. Es algo que quise hacer en el 2007 y no pude", recordó. Y ahí, aunque en el momento pareció que pasó de largo, el técnico dejó la otra frase marcada con resaltador...

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La vara en el 2007 estaba recontra alta. Y los motivos, sinceramente, se le caían de los bolsillos. Porque en la primera década del siglo XXI, para Boca no era una hazaña ganar la Libertadores. Cómo no iba a estar alta la vara si el Xeneize la obtuvo en el 2000, 2001, 2003 y llegó a la final del 2004. Si de hecho la vez que consiguió la Sexta de la mano de Russo, el propio Juan Román Riquelme contó que esa noche que volvió de Porto Alegre luego de jugar uno de los mejores partidos en su carrera (la final ante Gremio) terminó comiendo panchos con sus hermanos en una panchería muy conocida. No la subestimaban, pero tampoco ganarla costaba lo que le cuesta ahora al Xeneize. La vara estaba alta, recontra. Y tal vez eso haya sido lo que pagó Russo​ en el 2007...

A Miguel se le vencía el contrato y tuvo que lidiar con dos problemas que finalmente fueron los motivos por los que no le renovaron: perder la final del Mundial de Clubes contra uno de los mejores Milan de la historia (aunque el DT ya no contaba con un Román al que se le terminaron los seis meses de préstamos y volvió a España para estar colgado en el Villarreal) y el fantasma de Carlos Bianchi. El fantasma del Virrey, por cierto, con el que todos los técnicos sufrieron una comparación casi constante hasta que regresó en el 2013.

Pedro Pompilio, por aquel entonces presidente, no fue la excepción. Y quería al Virrey (al final llegó Ischia). Pero esa, ahora, pasó a ser otra historia. Lo cierto es que a Russo se fue. No se quedó. Algo que, 13 años después, sacó a la luz. Miguel tiene viento de cola, ya ganó un título en apenas siete fechas y la Copa (otra vez) es el gran anhelo. "El parate nos agarró en un buen momento, éramos un equipo que venía de salir campeón. Ahora hay que arrancar de nuevo, con la misma expectativa, la misma fe. Espero muy pronto volver a encontrar el nivel que teníamos", dijo el DT, que hasta se animó a cantar una canción de cancha ("La que más me gusta es 'Boca, mi buen amigo, esta campaña...'").

La situación de Russo en Boca hoy es totalmente diferente a la de 2007. Lo dice él y lo dice la realidad. Hoy es, sin dudas, el técnico que puede recuperar la mística del club en la Copa, es el hombre que vino por la Séptima. "En Sudamérica es el galardón más alto para un técnico y yo ya tuve la suerte de ganarla. En Boca la ganamos solamente tres: Lorenzo, Bianchi y yo. Estoy en ese rubro, en ese podio y la verdad es que me gusta. La Copa me marcó el destino y por eso me puse esta camiseta", concluyó. Ya sin fantasmas, y sabiendo lo difícil que es ganar una Copa, ahora es Russo quien elige su propio destino.