El Mundial sirvió no solo para alegrar a los argentinos, que salieron de a millones a festejar en las calles de todas las ciudades del país, sino también para darles una sonrisa a los hinchas del seleccionado albiceleste que viven en Bangladesh.

Esta insólita apropiación del seleccionado argentino, al cuál llegaron atraídos por  la magia de Diego Maradona y del que se enamoraron de tal manera que nunca más lo dejaron, hizo que el gobierno argentino decidiera abrir una sede diplomática en ese país, para aprovechar esa empatía generada.

Juan Pablo Sorín fue uno de los convocados para llevar un mensaje a los ciudadanos del país asiático y recordó cuando jugó en el equipo dirigido por José Pekerman que conquistó la Copa del Mundo Sub 20 en Malasia, donde los únicos que hinchaban por ellos, eran los bangladesíes.