Hace 36 años, el fútbol argentino llegaba a la cúspide por primera vez en su historia. Sitio al que sólo regresó en 1986. Después, cosechó una frustración tras otra. Por eso el recuerdo del Mundial 78 y de sus héroes deportivos permanece tan vívido en las retinas y en la memoria. Porque no es habitual conseguir un logro de esa envergadura, más allá de las circunstancias políticas que lo mancharon de sangre de punta a punta y lo cubrieron de oscuros nubarrones desde aquel momento hasta hoy.
La tensión dominó los primeros pasajes del encuentro en el que Holanda manejaba mejor el balón y, de a poco, convertía a Ubaldo Fillol en la gran figura del encuentro. Hasta que a los 37 minutos Mario Alberto Kempes dejó desairado a Jan Jongbloed y definió a un costado para que el estadio estalle en un solo grito.
Pero a la Argentina le costaba crear peligro y los europeos buscaban seguido el arco de Fillol y, a sólo 8 minutos del final, el ingresado Dirk Naaninga metió un cabezazo que paralizó a todos. Con el 1 a 1, había que ir al alargue. Claro que antes hubo que sufrir de nuevo, porque Rob Rensenbrink estrelló una pelota en el palo casi sobre el pitazo final del italiano Sergio Gonella.
Ya en tiempo suplementario, el once de Menotti fue para el frente en busca de la gloria. Y empezó a encontrarla a poco de terminar la primera etapa, cuando Mario Kempes guapeó en el área holandesa y después de trabar con el arquero llegó a empujarla hacia la red con la punta de su botín. Era el 2 a 1 y el delirio se apoderaba de las tribunas.
A cinco minutos del final, la hazaña estaba consumada. Daniel Bertoni definió tras una rara pared con el “Matador”, para que todo el estadio celebre con ganas el primer título del mundo para la Argentina.

Hace 36 años, el fútbol argentino llegaba a la cúspide por primera vez en su historia. Sitio al que sólo regresó en 1986. Después, cosechó una frustración tras otra. Por eso el recuerdo del Mundial 78 y de sus héroes deportivos permanece tan vívido en las retinas y en la memoria.

Porque no es habitual conseguir un logro de esa envergadura, más allá de las circunstancias políticas que lo mancharon de sangre de punta a punta y lo cubrieron de oscuros nubarrones desde aquel momento hasta hoy.

La tensión dominó los primeros pasajes del encuentro en el que Holanda manejaba mejor el balón y, de a poco, convertía a Ubaldo Fillol en la gran figura del encuentro. Hasta que a los 37 minutos Mario Alberto Kempes dejó desairado a Jan Jongbloed y definió a un costado para que el estadio estalle en un solo grito.

Pero a la Argentina le costaba crear peligro y los europeos buscaban seguido el arco de Fillol y, a sólo 8 minutos del final, el ingresado Dirk Naaninga metió un cabezazo que paralizó a todos. Con el 1 a 1, había que ir al alargue.

Claro que antes hubo que sufrir de nuevo, porque Rob Rensenbrink estrelló una pelota en el palo casi sobre el pitazo final del italiano Sergio Gonella.Ya en tiempo suplementario, el once de Menotti fue para el frente en busca de la gloria. Y empezó a encontrarla a poco de terminar la primera etapa, cuando Mario Kempes guapeó en el área holandesa y después de trabar con el arquero llegó a empujarla hacia la red con la punta de su botín.

Era el 2 a 1 y el delirio se apoderaba de las tribunas.A cinco minutos del final, la hazaña estaba consumada. Daniel Bertoni definió tras una rara pared con el “Matador”, para que todo el estadio celebre con ganas el primer título del mundo para la Argentina.