La movida -tan descabellada como ingeniosa- conjuga una serie de elementos que la hacen a priori, atractiva. La idea de replicar con máquinas el movimiento del estadio cuando saltan los hinchas ante el ataque de Boca para que los jugadores se vayan acostumbrando no puede ser más que un efecto marketinero divertido.

Porque el mismo Carlos Bianchi decía que no practicaba los penales porque no se podía reproducir el estado de ánimo, ni la presión existente, en una definición por penales cuando uno dispara relajado en un campo de entrenamiento. Como Heráclito, el sabio entrenador sabía que las cosas, por definición, no pueden volver a suceder.

Sin embargo, y desafiando el hecho de que se pretende simular el efecto de una masa enardecida sin la masa enardecida, la administración riquelmista se lanzó de cabeza a una quimera mientras el club se le incendia con varios jugadores con denuncias de violencia de género, juveniles poco profesionales y que desprecian públicamente al entrenador, y el mismo director técnico dejando en claro que el cargo le queda varios números grande.