Fue un gesto de amor a la selección pero también un riesgo para su salud. Angel Correa reconoció que no le informó al médico -por sus ganas de estar en el partido- que la cicatriz de su pecho se había abierto cuando viajó a jugar la Finalissima ante Italia: “Eso fue algo complicado. Ya llevaba varios días que se me estaba viendo el alambre que tengo en el pecho. No le dije nada al doctor de la Selección porque quería estar en la Finalissima con el grupo”.

Es que el ex San Lorenzo lleva una prótesis desde 2014 por una operación de corazón, en la cual le retiraron un tumor benigno, y fue la cicatriz de esa intervención la que se abrió: “Después de que pasó el partido me agarró un poco de miedo, a mi familia también, me dijeron que le diga al doctor porque se podía llegar a infectar y podía ser grave. No era un dolor, se me había abierto la cicatriz. Se me asomaba el alambre que tengo. Cuando lo hablé con el doctor, era lo mejor volver a Madrid para poder solucionarlo rápido”.