"Creo que va a ser una linda final", había dicho Braian Toledo el miércoles pasado, después de conseguir la clasificación a su primera final olímpica. Con 81, 96 metros, su mejor registro de la temporada, el atleta de Marcos Paz había logrado el pasaje a la definición de anoche. Entre otros, Braian compitió con el último campeón olímpico, Keshorn Walcott (Trinidad y Tobago), y con el vigente campeón mundial, el keniata Julius Yego. A ambos los conocía bien. El primero fue su rival cuando competía en juveniles, y en el Mundial de Pekín 2015 fue testigo de la gesta del keniata.

Antes de Londres 2012, Toledo ya advertía que los primeros Juegos en los que podría competir a un nivel mayor serían Río 2016. Y así fue. En Londres finalizó 30° y en Río fue 10°, luego de tres intentos. 77, 89 metros, 79, 51 y 79, 81 fueron sus registros de anoche. El ganador de la medalla de oro en Río de Janeiro fue el alemán Thomas Rohler, con una marca de 90,30 metros; la medalla de plata fue para el keniata Julius Yego (88, 24m) y el trinitense Keshorn Walcott (85, 38m) se quedó con el bronce.

Ahora, como lo hizo hace cuatro años, insistió en la importancia de respetar "los procesos" y explicó que el pico en su curva de crecimiento sería en Tokio 2020 o incluso en los Juegos de 2024. En Japón, Toledo competiría con 26 años, y en los Juegos de 2024, tendrá 30. Generalmente, los lanzadores de jabalina logran sus mejores resultados entre los 28 y 30 años. "Esto es cuestión de tiempo y paciencia. Mis Juegos Olímpicos van a empezar a partir del 2020, cuando yo tenga 26. Ahí voy a hacer mejores marcas. ¿Si se pueden hacer antes? Sí, se puede, pero eso es adelantar procesos y retirarte mucho antes también. Yo no me quiero adelantar, yo creo que mis Juegos Olímpicos van a ser los próximos. Sigo sosteniendo eso", analizó Toledo luego de alcanzar la final. Alguna vez, se había molestado por las críticas que recibió tras su actuación en Londres, con sólo 18 años. Por eso, insiste en la docencia.Además, para que la curva de rendimiento continúe en ascenso, Braian ya tomó una decisión que hicieron otros tantos argentinos: competir en Europa, todo lo que sea necesario. "Gran parte del camino que me queda, va a ser en Europa. Amo la Argentina y todo lo que tengo ahí pero para acercarme lo más posible a un podio tengo que estar mucho tiempo afuera. No sé si irme a vivir, porque sería muy chocante, pero sí irme muchos meses, y cada vez más", anunció Toledo luego de clasificarse a la final. El año pasado, previamente al Mundial de Pekín, en el que fue finalista, se entrenó en Cleveland y en Amsterdam. Y antes de Río de Janeiro, viajó a Kuortane, Finlandia. En ambos escenarios cosechó resultados contundentes. Se trata de entrenamientos que no sólo lo moldean en lo técnico y en lo físico, sino que también lo fortalecen en lo mental. "Ahí adentro (en la pista de lanzamiento), todo pasa por la cabeza", evaluó.

Braian regresará a su Marcos Paz natal con una final olímpica y con la satisfacción de haber hecho su mejor marca de la temporada, con 81, 96 metros, y otros Juegos Olímpicos, el torneo más importante para un lanzador. "Este año voy a romperla", había dicho en 2015 en una entrevista con LA NACION, luego de dos años de resultados adversos, golpeado por una lesión y por un bajón anímico. "Fue muy triste porque lo que más me gusta es lanzar y no lo hacía. El dolor me perturbaba, y me seguía constantemente todo el tiempo. Era mover el brazo y sentir una molestia, y levantarme llorando por un dolor. La pasé muy mal esos meses", contó.

De a poco, los resultados comenzaron a llegar. Primero, con la final del Mundial de Pekín, y en la semana que pasó, con los Juegos de Río. Son experiencias en el más alto nivel que Toledo empezó a capitalizar y que proyectan un futuro promisorio para el joven lanzador. Pero de a poco, como él mismo advierte.

El atleta de Marcos Paz finalizó 10°, una buena actuación; "esto es cuestión de tiempo y paciencia. Mis Juegos Olímpicos van a empezar a partir del 2020, cuando tenga 26", dijo

(La Nación)