Alegría enorme para River, y no es para menos. En un semestre parco, logró cerrar el año gritando campeón, en un trofeo que además tiene un gran sabor a desahogo. La Copa Argentina merecidamente descansará en Núñez, luego de un 2-1 con superioridad marcada sobre Atlético Tucumán en la final disputada en Mendoza.

Este Millo que arrastraba la mochila de cinco derrotas en los últimos seis partidos del torneo local, más errores condenatorios de juego, pudo dejar atrás las sombras y encendió la luz. Salió desde el minuto cero decidido a ir por todo en ataque, y encontró el 1-0 antes de los diez, de la mano de Nacho Scocco. La alegría le duró poco porque al toque empató el Pulga Rodríguez, pero la superioridad siguió siendo clara sobre los tucumanos.

En el segundo tiempo abrió con un bombazo de Nacho Fernández y el 2-1 definitivo. El Decano se fue pinchando y el reloj moviendo sus agujas hasta sentenciar el final. Tuvo sus errores, como lo fue la espalda de Saracchi o la inseguridad que entregaron tanto Maidana como Pinola, pero River mostró otra actitud, un mejor juego asociado y fue claro merecedor de esta victoria. Esta vez, dio una vuelta de alegría.

Olé