La noche estaba fría aunque las expectativas para escuchar a Mario Vargas Llosa eran altas entre las cientos de personas que empezaron a hacer cola hasta cinco horas antes que comenzara la charla. Mujeres mayores se arrebujaban en sus tapados mientras por los parlantes de la Feria se podían escuchar los gritos de adolescentes en la transmisión que anunciaba quién era la booktuber ganadora de esta edición.

A las 20.30 en punto comenzó el ingreso a la sala Jorge Luis Borges que llenó su capacidad- para 1.500 personas- y que dejó a unos 200 interesados afuera que siguieron la entrevista por una pantalla gigante colocada en el predio.  Mientras las sillas se iban ocupando, personas mayores se acercaban al personal de seguridad para afirmar que tenían una carta, libros, mensajes para "El señor premio Nobel" y era difícil contenerlos en los lugares asignados. Un hombre en particular, con chaleco que le quedaba enorme, corbata dorada y un cabello desordenado insistía con su folio con libros para Vargas Llosa.

Cuando Jorge Fernández Díaz llegó a la sala, cargando una bolsa con el logo de La Nación, el público lo aplaudió. Luego se inició la presentación del homenajeado como "Una leyenda viva de la literatura inmortal" junto con Jorge Luis Borges y Octavio Paz y el periodista recordó como "un grupo de intelectuales quería prohibirle la entrada a este lugar", en clara referencia a Carta Abierta. El hombre de la corbata dorada balbuceaba solo en su butaca y cambiaba de lugar avanzando hacia el escenario.

Vargas Llosa hizo su prolija y triunfal entrada y fue ovacionado. Se mostró sorprendido al reflexionar que "No tenía la impresión de que habían pasado cinco años" desde su última visita a Buenos Aires y marcó que estaba en nuestro país en condiciones "más sosegadas".

La charla se inició con la trama de su última novela "Cinco Esquinas" (Alfaguara, Random House) un thriller donde el erotismo da lugar a la reflexión sobre el poder y la sociedad peruana. El autor también remarcó que quiso "Escribir una historia que mostrara la deriva de este periodismo (amarillo)". Un periodismo, del cual se consideró víctima (en especial a partir de su relación con Isabel Presley y la contradictoria nota íntima en la revista Hola) contra el que Vargas Llosa cargó una y otra vez y al que definió como "un fenómeno cultural" donde la sociedad genera la demanda "de chismografía" diferenciándolo del periodismo del "corazón o rosa". Mientras el hombre de la corbata dorada avanzaba  dos filas y se ubicaba más cerca del escenario después de lograr que una empleada de la editorial aceptara su folio con material para el escritor.

Cuando Fernández Díaz le preguntó si la novela tenía una intención de "ajuste de cuentas" con la política de su país, Vargas Llosa con sarcasmo declaró que "Fujimori me hizo un gran favor personal al devolverme a a literatura", en referencia a su candidatura a Presidente de Perú en 1990 por el Frente Democrático, generando un aplauso y risas entre la concurrencia aunque inmediatamente remarcó lo nocivo que resultó para las sociedad peruana la influencia de  dictadores como Fujimori y Montesinos.

Otro de los grandes temas fue el rechazo sin miramientos de Vargas Llosa hacia cierto tipo de gobiernos remarcando que "El populismo es un tipo de enfermedad contra el que no está vacunado ningún país" y, tras las preguntas de Jorge Fernández Díaz, el escritor- que si bien nunca mencionó al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner-  fue claro en su apoyo, como unos días atrás, al gobierno de Mauricio Macri. Vargas Llosa señaló que espera que el cambio en nuestro país genere un "efecto contagio" en el resto de América Latina y que seamos "un ejemplo" basándose en sus peculiares ideas de un ideal capitalista en el que "El mercado donde se aplica honestamente no fracasa".

Además de dedicarle unas palabras a la situación de Brasil pidiendo que "purifique" su democracia, también habló del Papa Francisco e indicó que era un "personaje simpático" y no lo consideró populista, un término que a esta altura queda más que claro que Vargas Llosa aborrece.

Sobre la escritura

"No me gusta tanto escribir como reescribir", aseguró el premio Nobel remarcando que encuentra el verdadero placer al revisar esos primeros textos que suele dar forma de manera más apurada y molesta. Entre risas confesó que su novela Conversación en la Catedral (1969) "es la que más canas me sacó" y destacó la disciplina a la hora de sentarse a escribir.  Planteó que para iniciar su trabajo utiliza "un esquema que luego no respeto" aunque "eso me da la seguridad mínima que necesito para empezar". Vargas Llosa señaló que es positivo "Perder en un momento el control de la propia historia, hay fuerzas que van creciendo" como le ocurrió con el personaje de la periodista Retaquita, en Cinco Esquinas, que iba a ser secundario y que le terminó ganando en interés para su historia.

El erotismo fue otro de los puntos fuertes que remarcó de su novela, generando sonrisas entre las damas del público. "Hay oportunidades en las que el sexo puede aparecer como una tabla de salvación", aseguró con picardía Vargas Llosa para referirse a la trama de Cinco Esquinas donde "La situación de inseguridad muchas veces incita a la vocación sexual".

El escritor citó al escritor francés Gustave Flaubert con "Escribir es una manera de vivir" para subrayar que es "una gran definición para una vocación literaria". Cuando finalmente le preguntaron sobre un gran momento en su carrera recordó la cena con su agente literaria Carmen Balcells en la que pudo abrir una carta del editor Antoine Gallimard que decía que "era hora de que Vargas Llosa esté en La Bibliothèque de La Pléiade", una colección en la que fueron publicados textos de Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Balzac, Octavio Paz, Proust, Stendhal e incluso, de manera póstuma, Jorge Luis Borges; entre otros.  "Fue el momento más feliz de mi vida como escritor", repitió Vargas Llosa- admirador de la literatura francesa y de esta colección en particular- incluso "más que el recibimiento del premio Nobel de Literatura" en 2010.

Para finalizar, Fernández Díaz, le preguntó qué pasó al cumplir 80 años, el último 28 de marzo, y Vargas Llosa exclamó entre risas: "¿Qué pasó? No pasó nada. Me siento igual que cuando tenía 78". "Lo importante es seguir vivo hasta el final. No morir en vida", planteó el autor que cerró la charla con "Que la muerte sea un accidente" generando una ovación de pie y una catarata de flashes; mientras el hombre de la corbata dorada se perdía entre los periodistas que buscaban una mejor foto, una declaración y quedaba en la atmósfera la impresión de que su folio para Vargas Llosa seguía perdido entre el ruido de libros alzados por el público que tal vez nunca sean leídos.