El 21 de agosto de 1911, después de una larga espera, el ladrón de La Mona Lisa- la pintura más reconocida de Leonardo Da Vinci- logró salir del museo Louvre, en París, sin ser detenido por la guardia en un día en el que museo estaba cerrado al público. 

Quien descubrió la falta fue el pintor Louis Béroud que notó el hueco visual que el pequeño lienzo desaparecido había dejado en las paredes del famoso museo. 

Inmediatamente todos los medios del mundo se hicieron eco del robo e incluso el Journal de Paris empezó a ofrecer una recompensa de 50 mil francos para el regreso de la Mona Lisa sin necesidad de brindar información sobre el ladrón. 

Las investigaciones apuntaron en todo momento a un actor intelectual que conocía los movimientos de vigilancia, entradas y salidas del museo parisino. Pero recién casi dos años después se supo que el autor material era Vincenzo Peruggia, un italiano que trabajaba como obrero en una serie de remodelaciones en el lugar.

Peruggia no tuvo inconvenientes para sacar la pintura y huir a Florencia, Italia, en donde fue descubierto al intentar vendérsela a un hombre llamado Alfredo Geri, quien avisó rápidamente a las autoridades policiales.

Fotografía del momento en que la policía francesa recuperó la obra de Da Vinci
Fotografía del momento en que la policía francesa recuperó la obra de Da Vinci

"La obra debe permanecer en Italia, de aquí fue robada en primer lugar", exclamó Peruggia que precisó que el robo había sido su idea y que había actuado en soledad. 

Sin embargo, la policía investigó al poeta francés Guillaume Apollinaire y al pintor español Pablo Picasso, entre otros. El primero, por haberle dado trabajo al belga Honoré Joseph Grey, que ya había robado el Louvre en otras ocasiones. Y al pintor español  por haber comprado unas pequeñas estatuas ibéricas robadas.

"En mi opinión nada de eso es verdad", planteó el autor de Une femme disparaît. Le vol de la Joconde au Louvre en 1911 (Una mujer desaparecida. El robo de la Gioconda en el Louvre en 1911), Jérôme Coignard, quien, basándose en unos artículos publicados en 1915 por Georges Prade, sigue la hipótesis de que el promotor del robo fue un alemán traficante de arte llamado Otto Rosenberg.

Picasso había manifestado alguna vez la posibilidad de destruir esa sonrisa eterna de La Mona Lisa que formaba parte del mundo del arte, galerías y museos cuyo funcionamiento criticaba. Peruggia recibió ocho meses de condena y el posterior estallido de la Primera Guerra Mundial calmó los ánimos dejando las investigaciones detenidas.