Soares llega con su quinto libro de poemas "El sueño de ellas", de editorial Bajo La Luna, y nos trae voces femeninas que se enriedan en juego de sueños, reflexiones y deseos.

Hablamos con el autor que nos cuenta acerca de su último libro y su proceso de escritura.

- ¿Por qué elegiste voces femeninas a la hora de personificar los poemas?

Lucas Soares (LS)- Porque en gran parte el universo proveedor de esos sueños sobre los que gira el libro fueron mujeres, más concretamente, los relatos de sus sueños, que fui anotando y recopilando con los años, y que más tarde terminé interviniendo,  reversionando e impostando en tres personajes inventados, Noe, Pola y Li, que son las voces que componen el libro. Después de mi anterior libro, Roña, que había sido disparado por un texto de Alberto Migré, y que era una especie de telenovela poética, quería salir de mi órbita experiencial, y ponerme a trabajar, a la manera de un ready made poético, con historias ajenas, dejando que entre ellas y las mías se produzcan contaminaciones, hasta llegar a encontrar algo de mí en esas historias.

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La lectura del "Sueño de ellas" deja algunas impresiones:

"Noe" nos trae momentos veraniegos y líneas tan preciosas como "el hombre se vuelve isleño, tropical/ bonito a pesar de todo". Playa, insectos y recuerdos. Un mundo idílico donde la figura paterna y los sueños parecen acomodarse con el transcurso de las horas.

"Pola" nos saca de ese sabor de descanso para trasladarnos a la cotidianeidad de una peluquería, una vuelta de página que nos lleva a "su mundo privado" y que por momentos desliza una prosa poética.

Finalmente con "Li", Soares nos brinda una intimidad extrema entre una mujer, una madre y dos hermanas mellizas que deja flotando un perfume de intensidad.

-  El verano, lo onírico y lo filial atraviesan tus versos ¿hay algún otro tema que sientas que una a la poesía de "El sueño de ellas"?

LS- Cada uno de los personajes está al servicio de un mundo onírico-poético determinado por una serie de tópicos. En el caso del personaje de Noe, los tópicos giran en torno a la figura de una isla del trópico y de los isleños que la habitan; el lenguaje de las telenovelas generando interferencias en sus sueños; el punto de vista de la enamoradiza; y una serie de figuras recurrentes asociadas a la muerte de su padre. En el mundo de Pola quise trabajar la mirada que ella tiene respecto de la vejez y su obsesión por la mirada de los viejos; el encierro en su mundo privado; las imágenes del campo y de lo campestre; lo lúdico y su necesidad de tener que regresar a un lugar que no sabe dónde situarlo pero en el que intuye la posibilidad de alcanzar cierta paz mental; las voces y recuerdos intermitentes de su madre recién muerta. Y en el caso del personaje de Li, los tópicos se vincularon con la velocidad como obsesión vital; la imposibilidad de conciliar el sueño y, a causa de ello, el quedarse despierta observando lo que acontece a su alrededor mientras los demás duermen; la problemática relación con su hermana melliza; la bisexualidad y la autoconciencia de su personalidad aniñada.

-¿Por qué poesía y no prosa?

LS- Aunque la respuesta que te voy a dar es completamente relativa, y podría argumentarse con el mismo derecho lo contrario, creo que la poesía se adapta mejor que la prosa a la extrañeza y a las lagunas inherentes a los sueños,  porque la poesía es –entre sus múltiple e imposibles definiciones- un arte de la elipsis y de los espacios en blanco. Pero más allá de la -hoy completamente desdibujada- dicotomía poesía-prosa, en este libro el objeto-sueño fue imponiendo gradualmente un tono poético narrativo, o una forma más anfibia de ser contado. Porque la narrativa del sueño es arborescente y laberíntica, superpone voces, estados y visiones. Como la poesía, sigue la lógica del hipervínculo y de la fragmentación e inestabilidad del sentido. Cada sueño que soñamos, como cada buen poema que leemos, es –para usar ese sintagma hermoso de Stendhal completado por Adorno- una promesa de felicidad quebrada. Por eso en las tres partes del libro me interesó que resuene algo de esa musicalidad interrumpida propia del sueño. Otro aspecto narrativo tiene que ver con la construcción coral del libro, y con un trabajo de entretejido entre los poemas, que puede o no verse, como en un sueño. Jugar con recursos de la narrativa, como el trabajo con personajes, los diálogos, desdoblamientos y referencias cruzadas entre ellos. Porque así como están los sueños de ellas, hay además un observador que, a la manera de un intruso, las mira dormir y  las sueña mientras duermen. Mis libros anteriores también siguen, cada uno a su manera, una lógica narrativa. Me gusta pensarlos como las esquirlas que quedan tras el estallido de una novelita.

-¿Cómo es tu proceso de creación literaria?

LS- A la hora de escribir me suele asaltar la necesidad de encontrar un eje conceptual. Este eje puede girar en torno a mis excursiones mentales a la infancia y adolescencia, a los derroteros de mi novela familiar, o a historias con las que me voy topando en el camino. Tanto el eje como el tono desde el cual hablar suelen revelarse a posteriori, a partir de palabras y frases que voy registrando de cualquier lado, y que terminan por refundirse a través de una armonía que nunca –por suerte- es del todo visible. La primera sensación es como la de un repique de frases y palabras en una caja de resonancia, donde cada una va llamando a la otra.

Y así es como va armándose sola la constelación del poema. Después, necesito un título, aunque sea tentativo y provisorio, que me dé cierto grado de organicidad. Los epígrafes suelen ser vectores que les dan sentido a todas esas anotaciones dispersas que voy acumulando. De repente estoy girando en torno a algo, y misteriosamente aparece un epígrafe que aúna esos restos dispersos. En mi caso, no cumplen una función periférica ni erudita, sino medular.

Me interesa ese punto en el que lo escrito por otro conecta con lo que uno está escribiendo. Pienso la literatura como un campo unificado. Presto también mucha atención a los diálogos que se generan a mi alrededor. Como decía Zelarayán, una novela -y lo mismo vale para un poema- empieza por una frase escuchada en la calle. De hecho, la materia prima de este libro fueron relatos que escuché por boca de otras personas. ¿Qué más? Soy un podador serial, que al escribir busca claridad, concisión y organicidad. Y sobre todo lograr la mayor condensación visual con un mínimo de lenguaje.

-  ¿A quiénes leés?

LS- Te puedo contar mejor los dos últimos libros que me encantaron: Indeterminación, de John Cage, y Poema sucio, de Ferreira Gullar.   
 

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"El sueño de ellas" de Lucas Soares

Bajo La Luna, poesía 2014.

48 p.