La tapa de un funeral -que pudiera ser el de la figura del Padre; que pudiera ser el del protagonista oculto (también masculino) subyacente a las que ponen cara y voz en el proyecto- era un gesto bastante rupturista para dar cuenta del nacimiento de Varias Artistas en “Papá”; luego, en su segundo álbum, una figura de utilería en escena sin rostro se encargaba de mostrar la obra como concepto colectivo, de unidad, en el que las caras –o más precisamente las voces- se ponen, se cambian, mientras el objetivo mayor -que es la obra, como concepto y como grupo de canciones- nunca se quiebra.


Ahora, el rostro que ilustra el nuevo lanzamiento de Varias Artistas llega para completar la línea temática, que se despide en una individualidad que es, a la vez, grupal en la femineidad. De tal manera, la unidad que riega desde el origen fraternal de las canciones, y que se observa en la voz poética de las letras, focaliza la pluralidad multiforme de voces con un criterio estético, que es a la vez un gesto de posición; que se amplía en cada lugar de la obra. Pluralidad que hasta cuestiona el concepto a priorístico mismo que sostenían sus anteriores discos.

“No hay barreras en cuanto a la sexualidad. Mediante el proyecto pudimos romper con la regla que el mismo tenía”, señala a partir de la participación de la figura de Dani Umpi, el compositor, productor y curador del proyecto Lucas Martí. La imagen que ilustra este conjunto de canciones fija la mirada en el espectador con decisión, en una batalla cuyo fin es rechazar la obnubilación de la “presión social” –la que, señala el autor de las canciones “sentimos todos en algún momento”, sin pensar necesariamente en el género como una “barrera”-;  que intenta rotular, amoldar, rodear: una verdadera écfrasis que funciona, a la vez, como otra forma de decir lo que la figura masculina velada en la tapa del primer album nos insinuaba. Las canciones son el motor; las voces, las que ponen primera.

Cuando empezó el proyecto Varias artistas en el 2007, Lucas Martí había comenzado su carrera solista hacía tan solo 2 años, luego de disolver su emblemática banda A Tirador láser; una etapa que, si bien ya había alcanzado cierta síntesis pop en Tu entregador (2006), daba pie entre tanto a la experimentación en un proyecto paralelo. La particularidad y corazón de este mismo descansa en las voces femeninas que pueblan cada lanzamiento como principales protagonistas. Un verdadero muestrario de artistas tan disimiles como lo son Juliana Gattas y Julieta Brotsky; o como lo son igualmente Javiera Mena y Liza Cazullo; músicas que complementan juventud y trayectoria, lo que se cristaliza en la particularidad que da vida a cada canción individualmente. Pero a su vez, otro aspecto interesante es ver cómo funciona en tanto reflejo, con otra piel, de la exploración musical y estética del ex líder de A Tirador Láser. Si Papá era el resultado mucho más que efectivo de la mezcla entre el trabajo realizado previamente entre su doble debut –con Simplemente y Primer y Último acto de noción en 2005- y su disco más clásicamente pop -Tu entregador, al año siguiente-; si, a su vez, Se puede (2011) era un muestrario del rock con tintes de electro-pop que había desarrollado en Pon en práctica tu ley (2008), este nuevo lanzamiento titulado Presión Social, que vio la luz recientemente en diciembre, recorre un camino largo de 20 canciones en las cuales Martí se vale de lo experimentado en El gran desconocido popular (2013) y El hijo principal (2014), así como de su -¡otro más!- proyecto paralelo Altagama. En tanto enriquecimiento que, de todas formas, no es estático, ya que como bien señala, “todos los discos aportan algo” a lo que tiene entre manos a la hora de crear.

En consonancia con esto, Lucas recalca que la composición de las canciones se dio de forma bastante inmediata después de la salida de Se puede, siendo compuestas durante el año 2012. La producción de las mismas, mucho menos barroca –pero no por eso menos laboriosa- que la de “Papá”, se instala en el clásico formato instrumental de trío (guitarra, bajo y batería) para la mayoría de los temas, junto con algunos detalles esporádicos de teclados y dos canciones reducidas a tan solo piano y voz. Dicho formato que se presenta en la mayoría de estas canciones les permite un dinamismo muy sintético. “Se puede lo presentamos así en vivo y queríamos que eso quede en alguno de los discos”, remarca Lucas.


Presión Social se presenta como la culminación de una trilogía que creció conjuntamente a la carrera de Marti; pero con una demanda diferente propia de la forma que tomó el concepto, en tanto la multiplicidad de colaboradoras en el rol de voz principal le permite trabajar, tras bambalinas, con mayor libertad desde la producción; aunque siempre, con su inexorable sello característico, cuyo corazón descansa en la artesanía de la canción. En el caso de Lucas Marti, si hay algo que lo define más que cualquier otra de sus características - entre todas las cosas que alimentan su carrera como músico- es su curiosidad apabullante por forzar los límites de la canción; y su mayor mérito es que a pesar de eso se pueda seguir logrando un resultado final con acabada sensibilidad pop. Lucas Martí es compositor. Probablemente, uno de los más grandes y particulares que se pueda encontrar, en Argentina -y mucho más allá inclusive, también.


Es la gran capacidad artesanal e inventiva de Martí, por un lado, y la interpretación siempre intensa e identificable de sus convocadas, lo que generó la alquimia única de un proyecto extremadamente singular, en el que su figura creativa oculta y las encargadas de poner cuerpo, voz, femineidad y bajada a tierra del imaginario expuesto en la mayoría de los casos se retroalimentan con una naturalidad simple y llanamente perfecta.


En cuanto a la curaduría de intérpretes, Presión Social presenta varias novedades. Quizás uno de los casos que más destacan a primera escucha sea “Bailemos de nuevo”, interpretado a dos voces por el multifacético artista uruguayo Dani Umpi y Jimena López Chaplin; aunque también destacan Marina Fages, Erica García y Vera Spinetta como nuevas incorporaciones del proyecto, entre las varias artistas de las cuales muchas ya habían participado de los anteriores discos –como Noe Mourier de Coco, Juliana Gattas de Miranda! y Julieta Brotsky, de Julieta y los Espíritus-. A la hora de pensar desde la composición el hecho de quiénes interpretaran las canciones, Lucas da cuenta de que “desde ya uno trata de meterse en el mundo y en la cabeza de quien va a cantar pero para este disco quería que el mensaje no fuera exclusivo de un género; sino que fuera un mensaje más amplio, aplicable a cualquier individuo”, independientemente de su sexo.

Las líneas musicales que atraviesan el álbum son propias del pop progresivo que ha ido puliendo con esmero Lucas Martí desde comienzos de los 00´s, con El gran desconocido popular (2013) como antecedente más claro e inmediato, aunque mucho más sencillo y despojado; sumados también a las fugaces (pero intensas) intervenciones de Darío Jalfin  al piano, –tanto en el tema que da nombre al disco como en “Feliz con usted”, en voz de Érica García-; canciones las cuales reflejan lo que Lucas Martí había llevado casi al extremo en su último disco solista -a dúo junto con Jalfin- El hijo principal (2014), el disco cuya característica era una desnudez de las canciones propias del formato piano –interpretado por Darío Jalfin- y voz.
“En general estoy tratando de dejar los teclados y volver a la guitarra, por eso es que este disco me hace acordar un poco a Tu entregador, que tenía un sonido más basico".

Quizás uno de los más grandes méritos del proyecto Varias Artistas es terminar de dar forma a un muestrario de talentos e improntas personales múltiples que se han venido desarrollando desde mediados de los 90 –época en la que un muy joven Martí iniciaba su carrera musical con Tropas de bronce (1996), el primer disco de A tirador Láser, lanzado cuando tenía 17 años-. Tanto en el plano nacional como internacional –recordemos las colaboraciones clave de Julieta Venegas y de Javiera Mena, entre otras-, la conclusión de la trilogía no hace más que reafirmar y consolidar el valor autónomo del proyecto, independientemente del ala estilística de Marti o de la multitud de voces que han participado en él.


En el disco podemos encontrar una gran variedad de influencias las cuales -como sucede con el producto final de los trabajos de Lucas- no pueden ligarnos a ningún referente de género musical concreto: sin embargo, este pop progresivo, bailable, rockero, que descansa por momentos en el despojo total de las melodías e instrumentaciones mínimas, es un sello característico que se viene puliendo en la carrera de Martí desde Braiatan (2000) u Otro Rosa (2002). Y que hoy, luego de tantos discos excelentes que les sucedieron, tanto en solitario como en proyectos en conjunto, podemos dar cuenta de que goza de una salud envidiable. Presión social es la prueba y  la garantía.