La idea es recrear el espíritu libre y lúdico que acompañaba su trabajo en el estudio, una suerte de trastienda de aquellas creaciones que lo hicieron famoso, como el Banco de Londres o la Biblioteca Nacional, a través de documentos que además dan cuenta de su trabajar incansable: en una salita y detrás de un vidrio se apilan los casi 500 tubos con dibujos, originales y planos en calco vegetal que van de los años 50 al 2013.

Los colores primarios -amarillo, azul y rojo- se apoderan de algunas de las paredes de la sala para oficiar de telón de sus creaciones en papel, tal vez apelando a la simplicidad pero consistencia que Clorindo Testa (1923-2013) imprimía a sus trabajos, "un niño inquieto", en palabras del director del Recoleta, Claudio Massetti, durante la presentación a la prensa.

"Se trata de documentos que muy pocas veces han sido vistos", explica el curador de la muestra, el arquitecto Juan Fontana. Por allí se exhibe una instalación de 120 paneles pintados en aerosol con motivo de un trabajo en Bajo Belgrano, su carnet de arquitecto y viejas agendas que permiten pispear en su intimidad: "Reunión en la Biblioteca", "Aldo Sessa" o "Vienen de los murales".

En el medio de la sala, conviven pequeñas maquetas, para perderse en los detalles -que se iban acumulando de forma casual en repisas y mesas del estudio-, junto a inmensos apuntalamientos de madera, como esos que se utilizan para las refacciones de edificios, tal vez como símbolo del firme sostén que el arquitecto -nacido en Nápoles en 1923- mantuvo durante sus años de trayectoria.

El recorrido sigue con una instalación artística, el gliptodonte, una mole blanca de cerámica, madera, telgopor y barro que el arquitecto realizó con humor, para recordar al fósil hallado durante la excavación para los cimientos de la Biblioteca Nacional.

Un corto documental realizado en los últimos años, que se exhibe en una de las paredes, forma parte también de la muestra que acompaña el proceso proyectual de sus creaciones, donde se torna difícil plantear una división entre su faceta de arquitecto y la de artista plástico.

"Lo que buscamos fue dar cuenta del espíritu libre existente en el taller de Testa. La intensión fue tratar de transmitir al visitante, el proceso creativo, lúdico y de investigación que acompañó al desarrollo de todos los proyectos encarados", explicó Fontana.

Testa llegó a la Argentina con su familia antes de cumplir un año, país donde forjó sus estudios y conformó la primera camada de arquitectos de la nueva Facultad de Arquitectura y Urbanismo (1948).

A lo largo de su carrera, embelleció la ciudad de Buenos Aires  con obras emblemáticas como la Cámara de la Construcción en 1951, el Hospital Naval en 1970, el Auditorium de la Paz (1993), la sede del Colegio de Escribanos de la Capital Federal (1998) y el proyecto Universidad Torcuato Di Tella (1998).

Hace tres décadas, había sido convocado junto a Jacques Bedel y Luis Benedit para realizar la remodelación del Centro Cultural que hoy exhibe su obra, donde entonces funcionaba un antiguo asilo de ancianos.

Académico de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes, Testa recibió, entre muchos galardones, el Premio "Arquitecto de América" (1987)y el Doctor "Honoris Causa" de la Universidad de Buenos Aires (1992).

Este homenaje se enmarca en la Bienal Internacional de Arquitectura que desde este sábado y hasta el 13 de octubre se despliega a lo largo de todas las salas del centro cultural (Junín 1930), con la presencia de profesionales de todo el mundo y exposiciones nacionales e internacionales.