No se trata de pensar a "Hamlet caminando por un negocio de alquiler de videos", como señala Mario Díaz Barbosa sino de abrir una nueva dimensión para acercarse a los clásicos; historias que pasan a estar convertidas, en la poesía de Polisky, en un nuevo lenguaje, una interpretación y una vivencia.



Eugenio Polisky es escritor, traductor y amante de la obra literaria del autor isabelino. Desde sus lecturas en la escuela secundaria aprendió a sentirse fascinado por esas historias que se desarman entre la moral, el amor, la traición, los odios y los sentimientos que gobiernan, desde siempre,  las acciones humanas.



El libro, publicado por Textos Intrusos, se divide en "El rey" (Lear), "El General" (Macbeth), "La Infiel" (Cuento de invierno), "Los Dos" (Romeo y Julieta), "El Otro" (Otelo) y "El Heredero" (Hamlet) . Historias que se conectan en potencia dejando especificades de lado para funcionar como un todo que nos resulta envolvente en trama y sensibilidad.



Polisky juega con las palabras, crea espacios que funcionan como pausas y silencios. Como si tecleara sobre un lienzo para ser leído y observado. Dialogamos con él para conocer un poco este universo particular de poemas que nos trae "Quimera Bulevar".

- ¿En qué momento tus lecturas de la obra de Shakespeare se transformaron en lenguaje poético?

Eugenio Polisky (EP)- Siento que la obra de Shakespeare ha formado parte de mi mundo desde siempre. El primer contacto que recuerdo fue en primer año de la escuela secundaria. Fui a una escuela inglesa y estudiábamos una obra de Shakespeare por año. Mi profesora, Miss Ortiz, fue extraordinaria, y ayudó a revelar mundos, los mundos ocultos dentro y detrás de las palabras. Algo creció en mi interior, encontró un lenguaje, descubrió otro mundo más grande, más intenso, más posible, que el mundo físico que me rodeaba. Ahí, en los primeros años de la adolescencia, acompañado de la riqueza del mundo shakesperiano, fue donde floreció el deseo, se cimentaron las ganas, creció la necesidad de expresión y empezó esta búsqueda a través de la literatura.

- ¿Cómo fue el proceso literario de escribir Quimera Bulevar?

EP- Hacia fines de 2004, en el taller que dicta Liliana Díaz Mindurry, ella sugirió partir de un personaje literario para escribir un poema. El primer personaje que se me vino a la cabeza fue el Rey Lear; pero mi Lear era una mezcla de todos los Lear que había visto en teatro y cine, todo lo que había leído alguna vez sobre Lear, y también de la reinterpretación de Lear en clave japonesa que hizo Akira Kurosawa en “Ran”. Esto me llevó a preguntarme cómo sería un Lear, hoy, en la Argentina. Y a partir de ese primer texto, el proceso continuó solo: ¿quién representa a Macbeth y cómo sería su Lady en nuestra sociedad? ¿cómo sería la voz de Yago para un Otelo contemporáneo? ¿qué Capuletos y Montescos impedirían el amor de Romeo y Julieta en la actualidad? ¿cuál sería la historia oficial en la cual se encontraría sumergido Hamlet? La respuesta, o el intento de responder a estas y otras preguntas, es lo que generó este libro, este “Quimera Bulevar”.

- Siempre se dice que la poesía es un lenguaje más plástico, que habilita más juegos que la prosa ¿sentís que es así?

EP- Siento que sí, pero no en el sentido de “poesía contra prosa”, sino en el sentido amplio de poesía como modo de vida, como mirada, como cuestionamiento, como apertura de posibilidades. Y en ese sentido, la poesía es mucho más que unas palabras escritas en formato versificado, con espacios en una hoja y separaciones entre líneas; es mucho más que recursos lingüísticos; es mucho más que eso que tiene fama de ser difícil e incluso aburrido. La poesía, en mi opinión, es eso que está latente en todo: en una imagen, una mirada, un reflejo, un gesto. La poesía es lo que hace que nos conmueva una obra de arte de cualquier género. Es lo intangible. El misterio.

- Participaste de varios grupos que apuntan a ir "más allá de lo escrito", una tendencia que viene marcándose en los últimos años. Pero, ¿qué es ir más allá de lo escrito?

EP- Resulta muy distinto acercarse a un texto en la intimidad de la lectura, donde se produce una conversación entre el autor con el silencio interno de cada uno de nosotros, y recibir un texto en un espacio público, en un bar o un teatro. En esos casos, entra en juego lo performático, entra la necesidad de transmitir el texto de la mejor manera posible, pero con otros elementos que tenemos a nuestra disposición: la voz, el cuerpo, algún elemento escénico quizás. Entra en juego la inmediatez. El oyente, el espectador, tiene que comprender el texto, o algo del texto, en simultáneo con lo que va ocurriendo; no puede rebobinar, no puede releer, no puede volver al texto al día siguiente. Esta presentación del texto en vivo es una de infinitas interpretaciones, y la intención es que, tal vez, el oyente/espectador tenga deseos de volver a explorar esos textos posteriormente, en la intimidad de la hoja escrita, y producir sus propias interpretaciones.

- ¿Cómo definís tu poesía?

EP- No me gusta demasiado pensar en definiciones, en eso rígido y estructurado, en esa cosa ordenada, sistemática, concluyente; especialmente en relación a la poesía, que entiendo como algo fluido, inaferrable, sorprendente, lábil. Una de las cosas que me interesa en la poesía es la libertad, el juego que mencionabas más arriba, ese “faltarle el respeto a las palabras”, como decía Juan Carlos Onetti, ese no aceptar la definición de la palabra ni la gramática como cosas fijas, inamovibles, sino que, por el contrario, cuestionarlas, hacerlas más elásticas, ver hasta dónde se puede llegar. Tomar las palabras en toda su multivocidad, amplificar sus sentidos, como si tiraras una piedra al agua y te dieras cuenta que hay mucho más sobre la superficie del estanque de lo que parecía a simple vista. Y lo otro que me interesa en la poesía es el silencio, es decir, lo opuesto a la palabra, el espacio que permite que esos reflejos que comienzan a vislumbrarse se vaya llenando de sensaciones, de sentido, de ritmo.

- ¿Cómo coexisten en vos el rol de traductor y escritor a la hora de sentarse a trabajar con un texto propio o ajeno?

EP- Creo que tal vez todo sea un proceso de traducción: traducir un estímulo, una idea, una sensación en palabras es transformar algo de un tipo de lenguaje a otro, similar al proceso de traducir un texto de un idioma a otro. No se trata simplemente de intercambiar una palabra por otra, la de un idioma por la del otro, sino que entran en juego el registro, la sonoridad, el ritmo. Especialmente en el caso de la poesía, donde justamente es lo inasible lo que está de manifiesto: se trata del lenguaje mismo, y el lenguaje es principalmente un proceso cultural, con reverberancias que varían a lo largo del tiempo. Traducir, al menos para mí, es un proceso de búsqueda constante de un equilibrio: valorar, repensar y, finalmente, producir una versión en el nuevo idioma que tenga la mayor cantidad de puntos en común con el original, con el deseo de provocar en el lector de la versión traducida un efecto similar al que puede ocurrirle a un lector del texto original. Es un tira y afloje, un toparse con los límites del lenguaje. Al final de cuentas, no es tan diferente del trabajo con el idioma que hace el escritor.

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Quimera Bulevar. Textos Intrusos, 2013. Pp 114.