Escobar Gaviria, a 20 años de la muerte que inspiró un tema de Los Redondos
La canción Me matan Limón , incluida en el disco Luzbelito, es una pintura del asesinato del narco colombiano más buscado y amado del continente. Su custodio inseparable apodado Limón, los techos donde irrumpió el Bloque de Búsqueda que se había creado para capturarlo, y un cuadro del artista Fernando Botero que lo dice todo.
Este lunes 2 de diciembre se cumplen 20 años del asesinato del narco Pablo Escobar Gaviria, a quien buscaban desde hacía años antes de su muerte. La canción de Los Redondos Me matan Limón, contra toda zoncera que cree que el ácido del cítrico hace referencia a una droga, reduccionismo en el que caen los detractores de la encriptada pluma del Indio Solari, es una pintura de esa muerte.
Aquí la letra del tema:
Ni bien amainó la tormenta, olvidó las promesas hechas
otra vez! Me matan, Limón! Hijueputas, Limón!
Por los techos viene el bloque otra vez! Oh, otra vez!
Pasan las dos... / Delatándolo,
apenas las dos... / delatándolo
a las dos de la tarde y zumba feo algún moscón.
Voy sangrando, Limón! / Padrecito de
Me la dieron, Limón! / nuestros pobres que sangran por las tejas como vos, Limón.
Oh, otra vez! Oh, otra vez!
Nunca pudo llorar, ni soñar al dormir, pero sabe que a las dos es tarde ya.v Todo el bloque, Limón, / Nuestra gente, no, baila y canta, mi Dios! / no quiere escuchar cumbias y merengues crueles otra vez!
Oh, otra vez! Oh, otra vez!
Limón era el apodo de Álvaro de Jesús Agudelod, inseparable guardaespaldas de Escobar Gaviria. El grupo especial que se había creado hacía años con más de tres mil hombres para capturar al narco más buscado del país, se llamó Bloque de Búsqueda y lo sorprendió por los techos, como bien refleja la serie Patrón del mal en una de sus escenas finales.
El operativo que lo buscaba lo descubrió a las 14 horas -apenas las dos, delatándolo-, tras seis llamados telefónicos que había mantenido con sus hijos y esposa, a quiénes había enviado a otro país, y luego a Argentina. Se extrañaban mucho, su hijo Juan Pablo lloraba y quería de regreso a "papá".
Así lo llamaban en su pueblo -"papá"-, porque entregó casas y demás bienes. Su gente no quería escuchar cumbias y merengues crueles, otra vez, y le rezaban: "Padrecito de nuestros pobres que...". Aún hoy de las paredes de las casas que él pagó cuelgan sus fotos y retratos. Ofrendas, plegarias. Los Tigres del Norte, famosa banda de corridos, también le compuso un tema: Muerte anunciada.
Hasta el reconocido pintor Fernando Botero inmortalizó su muerte en un par de cuadros, con sus figuras gordas y desproporcionales. Como la vida de Pablo Escobar Gaviria, como su dinero y la cantidad de muertes que provocó su cruzada -¿5 mil o 10 mil?-, sus excentricidades y dádivas, pero también su amor.
Hace veinte años moría un tipo que buscaban dos países y otros tantos aliados, y más de tres mil efectivos. Su Colombia y EE.UU acordaron bilateralmente su extradición entre una lista de criminales. Se entregó a las autoridades locales para no caer en una tumba yanqui, pero luego se fugó.
Mató un candidato presidencial, a once jueces para que su prontuario no avance en la Justicia hacia una extradición segura. Y mató, mató y mató por eso. "Nunca pudo llorar, ni soñar al dormir...". Debió vivir huyendo.