No hace mucho, la crítica de arte mexicana Avelina Lésper denunciaba con una sola palabra el estado implícito del arte contemporáneo: "Fraude", sentenciaba.

A favor de su definición, argumentaba: "Carece de valores estéticos y se sustenta en irrealidades" con características "que son invisibles y valores que no son comprobables", suponiendo además "que tenemos que aceptarlos y asimilarlos como arte".

Quizá sin conocer la opinión de Lésper, dos personas decidieron probar empíricamente lo que ella planteó en teoría: dejaron en el piso de una galería de arte un simple par de anteojos y fotografiaron la experiencia de los visitantes ante el objeto.

En efecto, muchos de los visitantes de la galería se detuvieron ante los lentes, los fotografiaron a su vez y comentaron entre sí el inextricable misterio que encerraba el objeto y hasta cómo se le habría ocurrido al 'artista' representar tanto con tan poco...