El manuscrito que contiene Los 120 días de Sodoma es un increíble rollo de 12 metros de largo, escrito a doble cara en letra minúscula y que Donatien Alphonse François de Sade, conocido por su título de marqués de Sade (1740-1814) habría ocultado dentro de un consolador para evitar que se lo expropiaran. 

Los documentos forman parte del fondo de la sociedad Aristophil, cuyo fundador, el empresario francés Gérard Lhéritier, se declaró en bancarrota en 2015 y que esperaba ser subastado por la casa parisina Drouot. 

La libidinosa obra del aristócrata francés, escrita durante su encarcelamiento en la prisión de la Bastilla en 1785, se convirtió en el siglo XX en un objeto de fascinación por parte de los intelectuales franceses.

Michel Foucault, Roland Barthes, Gilles Deleuze o Simone de Beauvoir estudiaron el significado de los textos de Sade que desde 1990 forman parte de la prestigiosa colección La Pléiade, que fija el canon de la literatura universal.

El gesto del Estado francés evita que el preciado rollo abandone el territorio nacional e insinúa su voluntad de adquirirlo, aunque esa perspectiva no haya sido confirmada oficialmente. El Ministerio de Cultura también frenó ayer la venta de un conjunto de manuscritos de André Breton, entre los que figuran los dos manifiestos del surrealismo, movimiento que el escritor francés lideró a partir de 1924.

El precio de inicio de subasta del manuscrito era de entre cuatro y seis millones de euros, aunque ahora podría alcanzar una cifra bastante superior, “hasta los siete u ocho millones” tras el rótulo de "tesoro nacional".  

“Es una obra increíble y sulfurosa, lo que puede dar miedo o seducir, según el tipo de comprador”, señala el subastador. Aguttes recuerda que la legislación sobre el mecenazgo privado “permite desgravar fiscalmente un 90% de la transacción, lo que convierte la operación en tentadora para sus compradores potenciales”.

Solo en 2017, se ha declarado tesoro nacional un modelo en yeso de Rodin, un cuadro de Fragonard y una escultura de las islas Cícladas, aunque el Estado no ha adquirido, de momento, ninguno de ellos pero es una forma de evitar que las piezas queden en manos privadas o extranjeras. La Biblioteca Nacional de Francia sí compró, en cambio, el manuscrito de Nadja, de André Breton, por 2 millones de euros.