"Despolarización de la difusión terminal y el silencio eléctrico en la muerte de la corteza cerebral humana" es el nombre del estudio realizado por especialistas de la Universidad de Charité de Berlín, en Alemania, y de la Universidad de Cincinnati , en Ohio, Estados Unidos.

El equipo de expertos, liderado por Jens Dreier, realizó un estudio pionero en el área de la neurobiología de la muerte al contar con la autorización de familiares de pacientes que habían pedido no ser reanimados y que se encontraban en situaciones críticas. 

Los científicos descubrieron que los cerebros de los animales y los humanos perecen de una manera similar, y que llamativamente hay un período notable en el que la restauración del funcionamiento del cerebro es, hipotéticamente, posible.

"La lesión masiva e irreversible de estas células se desarrolla en menos de 10 minutos cuando cesa por completo la circulación", explican los autores en su estudio.

Mientras que en los animales se produce una afección conocida como isquemia cerebral, en la que la falta de componentes químicos necesarios conduce a una "inactividad eléctrica completa" en el cerebro, en los humanos el proceso es distinto. 

El equipo detectó el destello de las células cerebrales que intentaban detener lo inevitable. Las neuronas funcionan llenándose de iones cargados, creando desequilibrios eléctricos entre ellos y su entorno lo que les permite generar los pequeños choques que constituyen sus señales. Y mantener ese desequilibrio, escribieron los autores, es un esfuerzo constante.

Cuando el cuerpo muere y el flujo de sangre al cerebro se detiene, las neuronas privadas de oxígeno intentan acumular los recursos que les quedan, explican los investigadores. Las neuronas "se callan", y en su lugar usan sus reservas de energía restantes para mantener sus cargas internas, esperando el retorno de un flujo sanguíneo que nunca llegará.

Luego llega un "tsunami cerebral" que involucra una gran liberación de energía térmica ya que el equilibrio electroquímico que mantiene las células vivas del cerebro colapsa, lo que lleva a su intoxicación y destrucción.

Los datos conseguidos con el estudio, publicado en la revista especializada Annals of Neurology, demarcan el punto- el período ventana- en el que la resurrección celular sigue siendo posible.