Según el informe, considerado como "uno de los más amplios informes científicos de la historia" que incluye "sólidas evidencias de todas las disciplinas", según afirmó el secretario de la Organización Mundial de Meteorología (OMM), Michel Jarraud, "no estamos en una época en la que el cambio climático es una hipótesis futura" sino que sus efectos están extendidos y sus consecuencias ya se pueden apreciar.

En los aspectos fundamentales del informo se remarca "no estamos en una época en la que el cambio climático es una hipótesis futura" sino que vivimos en un mundo donde sus impactos "ya han ocurrido y están extendidos y tienen consecuencias", dijo Chris Field, vicepresidente del grupo que analizó el tema y redactó el informe.

El investigador agregó que ese impacto se puede apreciar "desde el Ecuador a los polos y de la costa a las montañas. No hay duda de que vivimos en un mundo ya alterado por el cambio climático", insistió.

En el informe presentado el lunes en Yokohama (Japón) y elaborado por unos 500 expertos científicos y representantes políticos, se advierte sobre un previsible descenso de la producción y la calidad de alimentos en Sudamérica.

Para Field, la producción de maíz, trigo y arroz "ya ha sufrido significativos descensos en distintas regiones del mundo en los últimos años", con caídas de entre el 5 y el 10 por ciento para 2030 y de hasta del 25 por ciento hacia 2050.

En Centroamérica, el cambio climático reducirá la disponibilidad de agua en zonas semiáridas y dependientes del deshielo, mientras que en otras regiones urbanas y rurales las precipitaciones extremas causarán inundaciones y desprendimientos de tierra.

En el caso de Norteamérica, el calentamiento global elevará la probabilidad de que haya olas de calor, períodos de sequía e incendios forestales en distintas zonas del subcontinente, lo que tendrá consecuencias como "el aumento de la mortalidad humana" sobre todo a causa de las temperaturas extremas.

En Europa, a mediano (hacia 2030-2040) y largo plazo (2080-2100) las proyecciones muestran que las temperaturas podrían aumentar entre dos y cuatro grados, generando restricciones de acceso al agua en las zonas más calurosas, como el sur, e incendios en las más templadas, lo que podría afectar a las cosechas de gran parte del continente.