Hasta el momento, la Voyager-1 es la nave que más lejos ha llegado en el espacio. Desde su salida en 1977 - a una velocidad de 17 kilómetros por segundo- tardó 37 años en salir de nuestro Sistema Solar. 

Un cantidad de tiempo impensada para un ser humano a la hora de explorar el cosmos, por lo que el desarrollo de los viajes a la velocidad de la luz parece ser la única forma de ampliar los horizontes de nuestro universo conocido. 

“La NASA comenzó a contemplar misiones interestelares hace 30 años”, explica Anthony Freeman, del Laboratorio de Propulsión a Chorro, el epicentro de las misiones robóticas de la NASA. 

El nuevo proyecto interestelar “está en un etapa muy temprana como concepto de misión”, advierte Freeman. El destino de la futura misión sería Próxima Centauri, donde se ha descubierto un planeta habitable del tamaño de la Tierra.

La propuesta de Freeman contempla una nave capaz de viajar al 10% de la velocidad de la luz, con lo que alcanzaría Próxima en 40 años.

Las primeras imágenes tomadas desde allí llegarían a la Tierra unos cuatro años más tarde, en 2113, casi dentro de un siglo lo que implica que las imágenes serán analizadas por personas que todavía no han nacido cuando se lance la mano. “Ahora las misiones espaciales se hacen con un enfoque muy conservador. Si realmente queremos enviar una misión a otra estrella no podemos hacer eso, tenemos que ser un poco más locos”, reconoce el especialista en diálogo con El País. 

Freeman explora la idea de una sonda que sea capaz de actualizarse, reprogramarse y transformarse ante el avance de las tecnologías que tenga lugar en nuestro planeta mientras circula por el espacio. Por lo que el desarrollo de inteligencia artificial será clave. 

Por el momento, ni el combustible químico de los cohetes, ni los paneles solares, ni la energía nuclear sirven para cubrir las distancias de más de 40 billones de kilómetros que hay hasta los astros más cercanos en un tiempo asequible. Algunas ideas alternativas son la fusión nuclear o las explosiones de materia y antimateria, que no se han desarrollado aún.

Otra opción es la “energía dirigida” que propone Phillip Lubin, físico de la Universidad de California en Santa Bárbara, Estados Unidos. El sistema se basa en naves con velas solares alimentadas por luz láser emitida desde la Tierra o el espacio. Cuanto más pequeña sea la sonda más rápida puede ser, hasta un límite que puede llegar al 20% de la velocidad de la luz, asegura Lubin. 

El mismo año que se descubrió el planeta en Próxima (en 2016), Stephen Hawking apadrinó el nuevo proyecto para buscar vida con un enjambre de diminutas naves espaciales impulsadas por láser capaces de llegar a esa estrella en 20 años.

Vía El País