Los primeros años en la vida del australiano James Harrison no fueron fáciles y su poder de supervivencia significó una marca para el resto de su vida: sobre todo quedó en deuda con muchas personas que donaron sangre para que pudiera seguir adelante. 

A sus 14 años debió afrontar una intervención quirúrgica y recibió una considerable cantidad de sangre de desconocidos para reponerse. Desde aquel momento, supo que le debía a la comunidad idéntico compromiso. A lo largo de 60 años, donó sangre en varias ciudades de su país aproximadamente cada dos semanas.

Con el tiempo, los médicos se dieron cuenta de que su organismo estaba generando un anticuerpo muy inusual, con el que se desarrolló un medicamento que sirvió para salvar a millones de bebés.

La medicina lanzada en 1967 bajo la denominación Anti-D tiene entre sus ingredientes, este compuesto detectado en la sangre de este hombre, que a los 81 años, esta semana realizó su última donación en Sidney, al ingresar al segmento etario que aconseja evitar esta práctica.

Harrison es una de las 160 personas que poseen este anticuerpo en su sangre, el elemento que previene la enfermedad hemolítica del recién nacido. Según las estadísticas locales, hasta abril la sangre de este octogenario había ayudado a más de 2,4 millones de bebés.

Desde la Cruz Roja informaron que el 17 por ciento de las australianas embarazadas necesitan inyecciones de Anti-D: la enfermedad potencialmente mortal ocurre cuando la madre tiene sangre RH- y el bebé tiene RH+, heredada de su padre.