Estos son los hábitos nocturnos que tenés que evitar para reducir un posible accidente cerebrovascular
Mantener una adecuada higiene del sueño y revisar ciertas costumbres antes de acostarse pueden convertirse en un acto preventivo valioso.
Los hábitos cotidianos pueden impactar de forma silenciosa en nuestra Salud, especialmente durante las horas de descanso. Lo que hacemos antes de dormir o mientras intentamos conciliar el sueño puede influir en el funcionamiento de nuestro sistema circulatorio y en la salud del cerebro.
Estos gestos, que suelen ser considerados “inofensivos” o parte de la rutina diaria, pueden tener un efecto acumulativo que termina afectando el organismo. La buena noticia es que, con algunos cambios simples en la rutina nocturna, es posible disminuir ese riesgo y cuidar la salud cerebral a largo plazo.
Qué hábitos debés evitar para reducir el riesgo de un accidente cerebrovascular
La salud cerebral depende de hábitos diarios que muchas veces se subestiman.
Uno de ellos es la hora de la última comida del día. “Comer tarde puede afectar negativamente la presión arterial y el metabolismo”, explica Michelle Routhenstein, nutricionista especializada en salud cardiovascular. Estudios muestran que quienes cenan después de las 21 presentan un mayor riesgo de accidente cerebrovascular en comparación con quienes lo hacen más temprano, y retrasar el desayuno también puede incidir negativamente en los ritmos naturales del organismo. Por esto, los expertos aconsejan adelantar tanto la primera como la última comida del día para proteger el cerebro.
Otro factor relevante es el sedentarismo, especialmente durante las horas nocturnas. Es habitual relajarse en el sofá después de la cena, pero permanecer inactivo durante largos periodos puede ser perjudicial para la salud cardiovascular y cerebral. La buena noticia es que no hace falta un gran esfuerzo: una caminata de 20 minutos tras la cena puede favorecer la digestión, mejorar el control del azúcar en sangre y reducir el riesgo de prediabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares.
El consumo de alcohol en la noche es otro hábito que muchos adoptan para relajarse, pero la evidencia científica es clara sobre sus riesgos. Incluso en cantidades moderadas, el alcohol favorece procesos inflamatorios y puede dañar las células cerebrales, aumentando las posibilidades de sufrir un accidente cerebrovascular. Por ello, los especialistas recomiendan reemplazar las bebidas alcohólicas nocturnas por infusiones o bebidas sin alcohol, reduciendo así uno de los factores de riesgo modificables más importantes para la salud del cerebro.
Por último, el sueño reparador desempeña un papel esencial en la salud cerebral y cardíaca. Dormir muy poco o en exceso puede incrementar de forma significativa el riesgo de accidente cerebrovascular. Las investigaciones muestran que dormir menos de cinco horas aumenta el riesgo en un 33%, mientras que descansar más de ocho horas eleva ese riesgo hasta un 71%. La clave está en lograr alrededor de ocho horas de sueño cada noche y mantener horarios estables al acostarse y levantarse, garantizando así una rutina que proteja tanto el cerebro como el corazón.