Según los investigadores, este tesoro subterráneo está disperso entre gigantescas formaciones rocosas llamadas cratones que son una especie de montañas invertidas que se encuentran al interior de la mayoría de las placas tectónicas continentales, y que pueden extenderse hasta más de 300 kilómetros desde la corteza terrestre hasta el manto.

Los investigadores en realidad aún no han visto los diamantes, pero sí los "escucharon". Las ondas sonoras que se producen durante un sismo o la erupción de un volcán viajan a distintas velocidades, según la composición y la temperatura de las rocas que atraviesan.

Así, al escuchar estas ondas sonoras, los geólogos pueden deducir qué tipo de material han atravesado.