El óvulo no es una célula pasiva, sino que se encarga de escoger o rechazar a los espermatozoides de acuerdo a la carga genética del gameto masculino.

El óvulo selecciona el espermatozoide

El óvulo revisa la identidad del espermatozoide y decide si está preparado para llevar a cabo la fecundación. Siempre que pensamos en el proceso de fecundación del óvulo viene a nuestra mente una imagen bien plasmada en nuestros libros de biología, aquella en el que se aprecia la carrera de los espermatozoides, pequeños y ágiles, para fecundar el óvulo.

Según Joe Nadeau, quien lideró esta investigación, la única novedad en este escenario es el simple hecho de que el óvulo no se trata de una célula sumisa y pasiva durante el proceso de reproducción.

Durante una de las entrevistas realizadas por la revista especializada en ciencia Quanta Magazine, Nadeau explicaba cómo su investigación ha desafiado las leyes de Mendel. Durante el estudio, las evidencias científicas se inclinaban hacia el protagonismo del óvulo en la en la reproducción, otorgándole el poder de reclutador de espermatozoides aptos para la fecundación y haciendo una limpieza de aquellos que no daban la talla o poseían genes inadecuados.

El “nuevo” rol del óvulo tiene como objetivo que la fecundación sea lo más saludable posible.

La fecundación es un proceso de selección sexual a nivel celular

La fecundación ya no es un acto aleatorio, sino que la nueva teoría otorga al óvulo la habilidad de seleccionar o evitar espermatozoides. Esto significa que durante nuestra reproducción se realiza un proceso de selección sexual a nivel celular. Lo que lleva las teorías de la reproducción a un nivel más complejo, como la elección entre las personas, en palabras de Nadeau.

La conclusión del estudio llegó tras numerosos cruzamientos de grupos de ratones machos con genes normales con dos grupos de hembras, uno con genes normales y otro cargando artificialmente genes proclives a desarrollar cáncer de testículos —este es uno de los tumores más común por razones hereditarias—. Las primeras camadas dieron crías con genes aleatorios, de acuerdo con las leyes de Mendel. Pero durante la segunda fecundación Nadeau invirtió la distribución colocando hembras sanas con machos portadores de la copia del gen mutante. El resultado fue alentador, tan solo el 27 % de las crías presentaron el gen mutante del padre.