Después de millones de años de evolución, los científicos determinaron que existe un celentéreo que alcanzó un poder de regeneración fantástico y no muere de causas naturales. Solo fallece cuando acaba como presa de sus depredadores.

Fue un investigador japonés, Shin Kubota, uno de los mayores especialistas del mundo en esta medusa, quien descubrió su inmortalidad. El primer contacto con este animal fue cuando encontró una Turritopsis nutricula con el cuerpo lleno de espinas.

Al arrancarlas, vio que las heridas se curaban y que el animal rejuvenecía. Posteriormente se propuso investigarlas fascinado con este hecho. Entre 2009 y 2011, el investigador repitió 12 veces el experimento de herir a las aguamalas. Todas se regeneraban y volvían a la etapa inicial de su vida.

Lo que se sabe es que la capacidad de la criatura para rejuvenecer implica una transdiferenciación celular, proceso en el que un tipo de célula se transforma en otro, como ocurre con las células madre humanas.

Esto significa que las células adultas de esta medusas, ya especializadas en determinada función, son capaces de volver a ser células madre, que a su vez pueden transformarse en cualquier otra.